lunes, 9 de noviembre de 2015

Cuento de Halloween (novena parte)


Ingresó al interior de la vivienda y la viuda le tendió la mano. Él le dio la suya y con la otra apretó también las manos entrelazadas en transmisión de estima.
-Me alegra verla mejor.
-Muchas gracias, Vito. –Pero al instante se sobresaltó espantada- ¡Pero qué barbaridad! ¡Cómo tiene de mal esa mano!
-Lo mordió un atrapasueños mami –intervino Sofía – Ya te lo dije. Ellos sólo quieren estar con las ovejas.
-¡Ah! – Suspiró la viuda. –Eso demuestra que no eran artículos comunes. Esos objetos tienen algún tipo de magia poderosa, siempre lo sospechamos ¿verdad?
-¡¿Me va a decir a mí?! -Se quejó Vito. Su mano era ya una gran morcilla negra –. Por eso quise traerlos. Usted misma ha mejorado con la llegada de su linda hija que luce esos grises que le quedan tan bien.
-Nada que ver –respondió Sofía sacándose uno de la oreja y poniéndolo en la mano enferma de Vito. -. Estos no son de la bruja, estos me los trajo de un viaje mi papá. A mi amiga Lisa que usaba uno en el cuello le crecía bárbaro el pelo, ese sí era de la bruja y por eso se nos ocurrió tomar los del pueblo y ponérselos a las ovejas.
-Pero entonces ¿Y esta mejoría suya querida señora?
- No sólo yo he mejorado, Vito. Algunas personas del pueblo hemos empezado a recuperarnos después de casi un mes, eso lo noté hoy cuando se supo que había fallecido Felicia, la partera. A muchos se nos ocurrió darle una buena despedida dado que fue la que ayudó a que viniéramos al mundo. Pensamos en reunirnos, llevarle flores, enterrarla dignamente… Y todo sin que hubiera un solo atrapasueños en el pueblo.
-Felicia nunca se enfermó de pena. –Intervino Sofía-. Claro, la bruja tampoco precisó nunca de sus servicios…
-Creo que al igual que mi hija, que Felicia o que el matrimonio de la funeraria –expresó la viuda- la comunidad bien puede funcionar sin las dádivas de esa mujer.
-¡Oh! – exclamó Vito-. A propósito: Ella le ha mandado un paquete de abono para las moreras. Es este bulto que traigo aquí.
-¿Ves mamá? – Saltó Sofía. - ¡No es tan fácil! Ella no nos va a dejar en paz tan fácil. Ella se aparecía por el pueblo bajo la apariencia de maga de circo. Hacía cosas divertidas, trucos tontos que nos hacían reir. Pero cuando me vio a mí con mis colgantes sin embargo, me los quiso cambiar por un vestido muy hermoso, el más lindo, casi mágico, el más hermoso que se haya visto nunca... pero yo le dije que no.¡Y viera la cara que puso!
-Vito, Vito -dijo la viuda dulcemente -. Me conmueve su ingenuidad. Mire lo que le hago.
Tomó la mano enferma, la besó con ternura y la palmeó diciendo:
-Sana sana colita de rana, si no sana hoy… ¡sanará mañana! ¿Cómo se siente ahora?
-Agradecido y contento, pero me duele mucho.
-Ahora vea lo que le haré. Abro el paquete de cenizas que usted me ha traído.-abrió con cuidado el paquete- Separo de la escoba una pajita, ¿Lo ve? -eso hizo- Mojo con la lengua la punta cortada de la pajita… -También lo hizo así - y a continuación toco con la pajita la ceniza. ¿Cuánto se habrá adherido? ¿Medio gramo o menos quizás? Y ahora… ¡Toco con la ceniza el sitio de la mano donde fue mordido por el atrapasueños! ¿A ver…? ¡Listo!
Vito sintió que el dolor desaparecía al instante y que una oleada de bienestar subía por su brazo, llegaba a su hombro y se extendía por su cuerpo. Nunca se había sentido tan bien. Miró su mano que estaba completamente curada. Tenía ganas de bailar y de cantar se sentía realmente feliz en esa casa.
-¡Esto es espléndido! – exclamó.
-Bien del estilo de la bruja. La ceniza, los atrapasueños nos mantienen ebrios de dicha no tengo idea para qué. Hace ya dos años que no abono con esto mis moreras. Al principio casi se secan pero de a poquito se recuperaron y no volví a ponerles nada. Tengo toda la sustancia guardada en el cobertizo. Para lo único que la uso es para poner una buena cucharada en la mermelada de moras que le llevo a la bruja, siempre le mando como quien dice, "tacita de su propio chocolate".
-¡¿Y cómo no se ha podido curar ella misma con esto de la culebrilla que la atormenta?! -preguntó Vito aunque enseguida razonó-. Claro claro, porque de comerla tan seguido en la mermelada seguramente se acostumbró y a ella ya no le surte casi efecto. Debe ser eso.
-Vito quiero que en primer término me jure que lo de las niñas las ovejas y los atrapasueños nunca se lo dirá a nadie.
-Lo juro, lo prometo. Jamás las pondría en peligro. ¿Algo más?
-Lo otro es que la bruja tiene que morir. Lo siento mucho, es muy injusto, ella fue la víctima de una travesura, de una pesada broma que se fue de las manos pero hizo un juramento y… bruja es bruja.
-O ella… o nosotras. –Completó Sofía.
-Una pregunta, Vito, le hago y después lo dejaré marcharse que mañana debemos enterrar a Felicia. La bruja no le dio nada más Vito para que trajera al pueblo ¿Verdad?

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