jueves, 12 de noviembre de 2015

Cuento de Halloween (decimosegunda parte)




Olvidado ya el incidente y en el entendido de que la señora Marta apenas había presumido, Vito y la viuda caminaban rápidamente por la calle rumbo a su casa pues Sofía estaba sola y abatida. Aunque en público la señora lo había disimulado, se hallaba muy enojada. ”-¡Qué estúpida que fui! La tenía ahí, al lado mío… ¿Cómo no la maté? Me quedé paralizada y no hice nada, eso demuestra que soy una pésima madre, mi hija en casa aterrada, pensando que ella y sus amigas en cualquier momento se transformarán en vegetales y yo… que la tuve allí, no fui capaz ni de tocarla. Que madre indigna, que porquería de madre que soy.-“ 
Vito a su vez, trataba de consolarla como podía. Ya en la puerta de su casa le dijo con firmeza.
-Tranquila Matilde, usted es una excelente madre, las personas reaccionamos todas distinto, estuvimos todos muy bien en no unirnos en la defensa de Felicia, si así hubiera sido en este momento la bruja estaría en guerra con el pueblo entero. Felicia se defendió, Marta actuó como la dueña de casa que es y nosotros nos abstuvimos de convertir eso en una batalla campal, que fue lo correcto. Nadie añadió más leña al fuego. La buena noticia es que, como usted suponía, la bruja no tiene ni idea de lo que ha pasado. Entre a consolar a Sofía con la frente en alto que esa pobre niña necesita más que nunca de su fuerza. 
El cielo estaba encapotado, se avecinaba una tormenta y Vito cruzaba los dedos porque así fuera de forma tal que el agua se llevara la sustancia que él tan ingenuamente había regado por el pueblo, fuera lo que fuera. Cuando ingresaron a la vivienda Sofía ya estaba enterada de todo lo sucedido en la funeraria aunque de todas maneras quiso conocer detalles y su madre no le ocultó nada. La niña se había puesto una capa y tenía ya preparados tres paquetes del polvo plateado que su madre había recibido de la bruja para abonar las moreras y que como nunca había utilizado, salvo para dárselo de comer a la bruja misma escondido en la mermelada, se había estado acumulando en un cobertizo del fondo de la casa. “-¿Adónde vas Sofía con todo eso?”-preguntó inquieta la viuda. “-¿Qué piensas hacer ahora?”
-Me voy al cementerio. –respondió la niña con mucha decisión. Yo vi plantas en la tumba de papá y no me voy a quedar con la duda de si son plantas comunes o es papá que está embrujado. Y llevo polvo de más porque si veo otras plantas sospechosas en alguna otra parte también liberaré de sus hechizos a las otras personas.
La viuda la miró espantada y le explicó que su situación era muy comprometida y que no podía exponerse a ser vista por ahí. Sofía le respondió con típico tono de desafío adolescente que por ella estaba bien, que si quería coquetear con Vito, que coqueteara nomás, pero que no fuera tan egoísta como para impedir la vuelta de su padre. La viuda le dio una sonora cachetada gritándole que la estaba protegiendo y que no la iba a dejar salir de ninguna manera, por lo que Vito intervino y se ofreció él mismo a ir al cementerio a hacer ese trabajo, aunque una vez más se guardó para sí que el contacto con ese polvo era un placer del que no se quería privar. Sofía le dijo que ella quería ir en persona a hacer eso y se puso tan caprichosa que Vito terminó ofreciéndose a acompañarla y a hacer él mismo la tarea bajo la supervisión de la niña dado que a lo mejor había que levantar alguna lápida y él era más fuerte que ella para esos menesteres, lo que la niña aceptó. Para ese momento afuera diluviaba y las calles parecían arroyos, pero como Sofía estaba empecinada y cuando se ponía así, nada ni nadie la desviaba de su camino, los dos igual salieron para el cementerio mientras la viuda se quedaba en su casa preocupadísima.

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