viernes, 13 de noviembre de 2015
Cuento de Halloween (Decimotercera parte)
Llegaron empapados al cementerio, convencidísimos de que allí no habría nadie pero apenas ingresaron, en una de las parcelas más cercanas al portón de entrada vieron a una pareja de personas bastante mayores que, inclinadas sobre una tumba, tocaban la armónica él y ella lo acompañaba con unos címbalos. Más allá, una señora tejía una especie de chal y hablaba con un busto de mármol mientras se balanceaba en una mecedora como si estuviera en la sala de su casa.
-Debí suponerlo. Ha corrido en el pueblo la voz de que alguien ha resucitado a alguien, y nunca faltan los deudos que esperan lo mismo para sus difuntos.
Saludaron amablemente a las personas que levantaban la cabeza para mirarlos pasar y siguieron caminando hasta el fondo donde se hallaba el terreno donde descansaban desde hacía un par de siglos todos los difuntos Robles.
Sofía ubicó la tumba de su padre enseguida. Ésta se hallaba descuidada por haber pasado todo un mes sin el mantenimiento adecuado pero tampoco era una sepultura impresentable. Una sencilla loza blanca reposaba en el suelo y alrededor de la misma crecían macizos de violetas que se habían desarrollado bastante y había pasto alto. Para Vito no había nada irregular allí pero Sofía se empeñó en que se debería levantar la lápida primero para luego echar ceniza sobre lo que se encontrara por debajo de la misma.
Todo estaba embarrado, pero no era un trabajo imposible. Había un pico por allí que tomaron y con el que se hizo un poco de palanca y en cuanto el mármol se movió un poco, entre los dos lo deslizaron por el barro. Debajo había raíces, una densa maraña de raíces que se entrecruzaban formando una red rectangular y bastante gruesa.
-Bueno, Sofía. Llegó el momento. No te hagas demasiadas ilusiones. ¿Estás preparada?
La niña asintió y Vito comenzó a espolvorear con cuidado todo ese colchón vegetal como si estuviera echando sal sobre un gran plato de comida. Nada sucedía de raro o extraordinario salvo que cerca de ellos, las plantas que rodeaban a la tumba, el mismo césped e incluso algunos arbustos del perímetro que habían sido muy golpeados por la fuerza de la tormenta se erguían sobre sus tallos y parecían reverdecer. Comenzaron a ponerse más turgentes las hojas de las violeteras y poco a poco aparecieron aquí y allá algunas flores que, desafiando la fuerza del agua que caía se erguían cada vez en mayor número como si fuera un bello anochecer de verano.
-Voy a cortar algunas para llevar a casa. Mire, más allá en ese rosal que se está levantando, están apareciendo pimpollos. Así pasaba hace unos años con las moreras, les hace muy bien esto a las plantas.
Estaban recogiendo flores cuando sintieron como si alguna rama se quebrara en las cercanías. Buscaron con la vista pero no había ningún árbol grande cerca. Entonces Sofía observó que el mármol de otra tumba se había rajado.
-Vito me parece que metimos la pata –dijo-. Se está quebrando la lápida de un primo de mi papá. Mi madre nos va a matar.
Se acercaron los dos y notaron que sí, que el mármol, ya quebrado incluso se estaba levantando un poco.
-Separemos un poco los dos pedazos a ver si encontramos la raíz que está haciendo presión, antes de que se caiga la cruz- sugirió Vito.
-¡Que raíz ni que ocho cuartos, déjense de bromas y sáquenme de acá!- gritó alguien desde adentro de la tierra.
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