viernes, 13 de noviembre de 2015
Cuento de Halloween (Decimotercera parte)
Llegaron empapados al cementerio, convencidísimos de que allí no habría nadie pero apenas ingresaron, en una de las parcelas más cercanas al portón de entrada vieron a una pareja de personas bastante mayores que, inclinadas sobre una tumba, tocaban la armónica él y ella lo acompañaba con unos címbalos. Más allá, una señora tejía una especie de chal y hablaba con un busto de mármol mientras se balanceaba en una mecedora como si estuviera en la sala de su casa.
-Debí suponerlo. Ha corrido en el pueblo la voz de que alguien ha resucitado a alguien, y nunca faltan los deudos que esperan lo mismo para sus difuntos.
Saludaron amablemente a las personas que levantaban la cabeza para mirarlos pasar y siguieron caminando hasta el fondo donde se hallaba el terreno donde descansaban desde hacía un par de siglos todos los difuntos Robles.
Sofía ubicó la tumba de su padre enseguida. Ésta se hallaba descuidada por haber pasado todo un mes sin el mantenimiento adecuado pero tampoco era una sepultura impresentable. Una sencilla loza blanca reposaba en el suelo y alrededor de la misma crecían macizos de violetas que se habían desarrollado bastante y había pasto alto. Para Vito no había nada irregular allí pero Sofía se empeñó en que se debería levantar la lápida primero para luego echar ceniza sobre lo que se encontrara por debajo de la misma.
Todo estaba embarrado, pero no era un trabajo imposible. Había un pico por allí que tomaron y con el que se hizo un poco de palanca y en cuanto el mármol se movió un poco, entre los dos lo deslizaron por el barro. Debajo había raíces, una densa maraña de raíces que se entrecruzaban formando una red rectangular y bastante gruesa.
-Bueno, Sofía. Llegó el momento. No te hagas demasiadas ilusiones. ¿Estás preparada?
La niña asintió y Vito comenzó a espolvorear con cuidado todo ese colchón vegetal como si estuviera echando sal sobre un gran plato de comida. Nada sucedía de raro o extraordinario salvo que cerca de ellos, las plantas que rodeaban a la tumba, el mismo césped e incluso algunos arbustos del perímetro que habían sido muy golpeados por la fuerza de la tormenta se erguían sobre sus tallos y parecían reverdecer. Comenzaron a ponerse más turgentes las hojas de las violeteras y poco a poco aparecieron aquí y allá algunas flores que, desafiando la fuerza del agua que caía se erguían cada vez en mayor número como si fuera un bello anochecer de verano.
-Voy a cortar algunas para llevar a casa. Mire, más allá en ese rosal que se está levantando, están apareciendo pimpollos. Así pasaba hace unos años con las moreras, les hace muy bien esto a las plantas.
Estaban recogiendo flores cuando sintieron como si alguna rama se quebrara en las cercanías. Buscaron con la vista pero no había ningún árbol grande cerca. Entonces Sofía observó que el mármol de otra tumba se había rajado.
-Vito me parece que metimos la pata –dijo-. Se está quebrando la lápida de un primo de mi papá. Mi madre nos va a matar.
Se acercaron los dos y notaron que sí, que el mármol, ya quebrado incluso se estaba levantando un poco.
-Separemos un poco los dos pedazos a ver si encontramos la raíz que está haciendo presión, antes de que se caiga la cruz- sugirió Vito.
-¡Que raíz ni que ocho cuartos, déjense de bromas y sáquenme de acá!- gritó alguien desde adentro de la tierra.
jueves, 12 de noviembre de 2015
Cuento de Halloween (decimosegunda parte)
Olvidado ya el incidente y en el entendido de que la señora Marta apenas había presumido, Vito y la viuda caminaban rápidamente por la calle rumbo a su casa pues Sofía estaba sola y abatida. Aunque en público la señora lo había disimulado, se hallaba muy enojada. ”-¡Qué estúpida que fui! La tenía ahí, al lado mío… ¿Cómo no la maté? Me quedé paralizada y no hice nada, eso demuestra que soy una pésima madre, mi hija en casa aterrada, pensando que ella y sus amigas en cualquier momento se transformarán en vegetales y yo… que la tuve allí, no fui capaz ni de tocarla. Que madre indigna, que porquería de madre que soy.-“
Vito a su vez, trataba de consolarla como podía. Ya en la puerta de su casa le dijo con firmeza.
-Tranquila Matilde, usted es una excelente madre, las personas reaccionamos todas distinto, estuvimos todos muy bien en no unirnos en la defensa de Felicia, si así hubiera sido en este momento la bruja estaría en guerra con el pueblo entero. Felicia se defendió, Marta actuó como la dueña de casa que es y nosotros nos abstuvimos de convertir eso en una batalla campal, que fue lo correcto. Nadie añadió más leña al fuego. La buena noticia es que, como usted suponía, la bruja no tiene ni idea de lo que ha pasado. Entre a consolar a Sofía con la frente en alto que esa pobre niña necesita más que nunca de su fuerza.
El cielo estaba encapotado, se avecinaba una tormenta y Vito cruzaba los dedos porque así fuera de forma tal que el agua se llevara la sustancia que él tan ingenuamente había regado por el pueblo, fuera lo que fuera. Cuando ingresaron a la vivienda Sofía ya estaba enterada de todo lo sucedido en la funeraria aunque de todas maneras quiso conocer detalles y su madre no le ocultó nada. La niña se había puesto una capa y tenía ya preparados tres paquetes del polvo plateado que su madre había recibido de la bruja para abonar las moreras y que como nunca había utilizado, salvo para dárselo de comer a la bruja misma escondido en la mermelada, se había estado acumulando en un cobertizo del fondo de la casa. “-¿Adónde vas Sofía con todo eso?”-preguntó inquieta la viuda. “-¿Qué piensas hacer ahora?”
-Me voy al cementerio. –respondió la niña con mucha decisión. Yo vi plantas en la tumba de papá y no me voy a quedar con la duda de si son plantas comunes o es papá que está embrujado. Y llevo polvo de más porque si veo otras plantas sospechosas en alguna otra parte también liberaré de sus hechizos a las otras personas.
La viuda la miró espantada y le explicó que su situación era muy comprometida y que no podía exponerse a ser vista por ahí. Sofía le respondió con típico tono de desafío adolescente que por ella estaba bien, que si quería coquetear con Vito, que coqueteara nomás, pero que no fuera tan egoísta como para impedir la vuelta de su padre. La viuda le dio una sonora cachetada gritándole que la estaba protegiendo y que no la iba a dejar salir de ninguna manera, por lo que Vito intervino y se ofreció él mismo a ir al cementerio a hacer ese trabajo, aunque una vez más se guardó para sí que el contacto con ese polvo era un placer del que no se quería privar. Sofía le dijo que ella quería ir en persona a hacer eso y se puso tan caprichosa que Vito terminó ofreciéndose a acompañarla y a hacer él mismo la tarea bajo la supervisión de la niña dado que a lo mejor había que levantar alguna lápida y él era más fuerte que ella para esos menesteres, lo que la niña aceptó. Para ese momento afuera diluviaba y las calles parecían arroyos, pero como Sofía estaba empecinada y cuando se ponía así, nada ni nadie la desviaba de su camino, los dos igual salieron para el cementerio mientras la viuda se quedaba en su casa preocupadísima.
Vito a su vez, trataba de consolarla como podía. Ya en la puerta de su casa le dijo con firmeza.
-Tranquila Matilde, usted es una excelente madre, las personas reaccionamos todas distinto, estuvimos todos muy bien en no unirnos en la defensa de Felicia, si así hubiera sido en este momento la bruja estaría en guerra con el pueblo entero. Felicia se defendió, Marta actuó como la dueña de casa que es y nosotros nos abstuvimos de convertir eso en una batalla campal, que fue lo correcto. Nadie añadió más leña al fuego. La buena noticia es que, como usted suponía, la bruja no tiene ni idea de lo que ha pasado. Entre a consolar a Sofía con la frente en alto que esa pobre niña necesita más que nunca de su fuerza.
El cielo estaba encapotado, se avecinaba una tormenta y Vito cruzaba los dedos porque así fuera de forma tal que el agua se llevara la sustancia que él tan ingenuamente había regado por el pueblo, fuera lo que fuera. Cuando ingresaron a la vivienda Sofía ya estaba enterada de todo lo sucedido en la funeraria aunque de todas maneras quiso conocer detalles y su madre no le ocultó nada. La niña se había puesto una capa y tenía ya preparados tres paquetes del polvo plateado que su madre había recibido de la bruja para abonar las moreras y que como nunca había utilizado, salvo para dárselo de comer a la bruja misma escondido en la mermelada, se había estado acumulando en un cobertizo del fondo de la casa. “-¿Adónde vas Sofía con todo eso?”-preguntó inquieta la viuda. “-¿Qué piensas hacer ahora?”
-Me voy al cementerio. –respondió la niña con mucha decisión. Yo vi plantas en la tumba de papá y no me voy a quedar con la duda de si son plantas comunes o es papá que está embrujado. Y llevo polvo de más porque si veo otras plantas sospechosas en alguna otra parte también liberaré de sus hechizos a las otras personas.
La viuda la miró espantada y le explicó que su situación era muy comprometida y que no podía exponerse a ser vista por ahí. Sofía le respondió con típico tono de desafío adolescente que por ella estaba bien, que si quería coquetear con Vito, que coqueteara nomás, pero que no fuera tan egoísta como para impedir la vuelta de su padre. La viuda le dio una sonora cachetada gritándole que la estaba protegiendo y que no la iba a dejar salir de ninguna manera, por lo que Vito intervino y se ofreció él mismo a ir al cementerio a hacer ese trabajo, aunque una vez más se guardó para sí que el contacto con ese polvo era un placer del que no se quería privar. Sofía le dijo que ella quería ir en persona a hacer eso y se puso tan caprichosa que Vito terminó ofreciéndose a acompañarla y a hacer él mismo la tarea bajo la supervisión de la niña dado que a lo mejor había que levantar alguna lápida y él era más fuerte que ella para esos menesteres, lo que la niña aceptó. Para ese momento afuera diluviaba y las calles parecían arroyos, pero como Sofía estaba empecinada y cuando se ponía así, nada ni nadie la desviaba de su camino, los dos igual salieron para el cementerio mientras la viuda se quedaba en su casa preocupadísima.
miércoles, 11 de noviembre de 2015
Cuento de Halloween (decimoprimera parte)
“VELORIO SUSPENDIDO POR RESURRECCIÓN” rezaba el cartel en la puerta de la funeraria.
Muchos vecinos lo leyeron dos y tres veces incrédulos y luego tocaron el timbre. A todos se les permitió ingresar. Vieron muy bien a la señora que estaba mejor que nunca, muchos la abrazaron con calidez otros le dejaron sus flores y después de innumerables demostraciones de alegría se marcharon contentos a sus casas.
Dentro del local unas pocas personas comentaban entre sí los acontecimientos con seriedad.
-Ahora entiendo por qué la bruja parecía tan buenita. Porque a sus enemigos los hechiza para que parezcan muertos de muerte natural, mientras los va transformando en plantas y después los tiene viviendo al sol mientras los devoran las hormigas. ¡Cuánta maldad! –estalló Marta, la mujer de Raimundo.
-Sí pero... ¡no entiendo por qué a mí, por qué me atacó a mí!-Se quejó Felicia. –No soy bruja ni malévola, y les doy mi palabra de que nada tengo que ver con el secuestro de las chicas y su intercambio por atrapasueños. ¿Por qué me tuvo que atacar a mí? Eso… si es que esto es obra de ella. No me gusta acusar sin pruebas a la gente.
-A lo mejor la bruja piensa que sí, que usted tiene alguna clase de poder, al fin y al cabo es la partera del lugar, ha dado vida a mucha gente –razonó el doctor sosteniendo una copita de anís–. Con todo respeto señora ¿Usted tiene alguna clase de poder? ¿Usted es bruja por casualidad?
Doña Felicia que de ser una ancianita casi transparente se había transformado en una mujer espléndida lo miró despectivamente y ni se molestó en responderle.
-Felicia es una persona absolutamente normal. Es esa bruja loca la que se siente burlada y se ha puesto a hacer de las suyas. Está dando manotazos en la oscuridad –intervino la viuda Robles–. No tiene ni idea de qué ha sucedido con los atrapasueños y anda atacando a cualquiera que le parezca sospechoso. ¿Usted recuerda al menos cómo fue que falleció, Felicia?
-En absoluto. Sé que sonó un trueno y comenzó a llover ese día ¿Se acuerdan? Decidí entonces acostarme temprano, me puse a leer “El Rey de las Serpientes” y después de dos o tres capítulos… sonó el reloj… serían las seis o las siete y media… me levanté, calenté una sopa, la llevé a la cama y me dormí. Desperté acá.
Vito pensó para sus adentros que a esa misma hora él estaba en el prado rodeado de ovejas hablando con Sofía. La viuda estaría pensando lo mismo y pidió permiso para retirarse dado que su hija, cuando se había enterado de lo que le había sucedido a Felicia había tenido una crisis nerviosa y ahora no quería ni salir de la casa. Vito decidió acompañarla.
Aún no habían salido cuando sonó el timbre de la puerta. Era una labradora de la zona que había llegado a presentar sus condolencias y habiendo leído el cartel, preguntaba algo confundida por Felicia. Se le explicó lo que a todos, que había habido un error, que Felicia se había dormido muy profundamente y que por no poder despertarla la muy torpe de su mucama la había dado por muerta.
La visitante con cara de sorna y como no creyendo nada en absoluto pidió verla, pero cuando entró y la vio vivita y coleando la mirada se le endureció, las flores se le cayeron al suelo y se arrojó encima de la partera echándole las manos o más bien las garras al cuello con la clara intención de estrangularla. Felicia se defendió como pudo rechazándola y sus manos se apoyaron en el abdomen de la visitante que aulló de dolor y se desbalanceó. Era la bruja y Felicia le había tocado la culebrilla.
La mujer de Raimundo, en su rol de señora de la casa se paró junto a la recién llegada y comenzó ella misma a pegarle escobazos mientras le gritaba:
-¡Váyase de acá inmediatamente antes de que la convirtamos en una escupidera! ¡Fuera de aquí, fuera de mi casa!- Y la bruja, que se hallaba caída, una vez más se desvaneció en el aire.
-¿Pero entonces la bruja es usted? Digo ¿Usted también es bruja? ¿Es usted la que tiene nuestros atrapasueños? –preguntó el doctor.
La señora lo miró haciendo un puchero y se arrojó a llorar a los brazos de su marido Raimundo.
-¡Cómo se atreve! Mi esposa no es ninguna bruja, doctor. Es más, puedo probarlo, todo el mundo sabe que sufre de vértigos. Y las brujas vuelan en escobas ¿No? ¿Cómo podría viajar en escoba una mujer con vértigo? Además si fuera bruja la hubieran atacado también a ella…
-¡Pero yo no soy una bruja! –gritaba a su vez Felicia.
martes, 10 de noviembre de 2015
Cuento de Halloween (décima parte)
Vito
se sentía lo suficientemente feliz como para no agregar más cosas feas a
su relato así que aunque sabía lo del repelente ni siquiera lo contó.
Además ¿qué podían hacer? Era tarde, ya estaba repartido por todos
lados. Estaba urgido por salir además porque tenía ganas
de ir a la plaza a cantar y a bailar desnudo a la luz de la luna que
era lo que más deseaba hacer en ese momento así que se despidió y se fue
de la casa llevándose la bolsa de cenizas plateadas con la excusa de
que como ya estaba abierta, la arrojaría él mismo en algún lodazal
cuando la verdad era que quería quedársela para poder usar el polvillo
de vez en cuando.
Al llegar a la calle vio que algo o alguien se encontraba montado sobre el viejo caballo que le habían prestado en la funeraria y al acercarse más notó que era una oscura criatura que se hallaba muy ocupada chupándo la sangre del cuello del pobre animal. Lejos de asustarse se abalanzó reboleando el puño con el que sostenía la bolsa y ya junto a la criatura empezó a golpearla con puño y bolsa mientras una nube de polvo plateado se esparcía por el aire.
El horroroso bicho colmilludo dejó de morder al caballo y emitió un grito terrible como de dolor y de miedo, y reventó como un globo relleno de barro sanguiolento mientras que de los árboles se levantaba una bandada de algo así como aves oscuras grandotas que rápidamente salieron volando espantadas, alejándose a toda prisa.
El caballo estaba muy bien por suerte y Vito no dudó en ponerle un poquito de cenizas en las mordeduras, lo que causó que el viejo equino se transformara en un brioso corcel. Él mismo había respirado ahora también del polvo y estaba completamente inundado de felicidad suprema.
Decidió pasar por la funeraria para devolverlo y cuando llegó allí, el matrimonio estaba preparando el cuerpo de la anciana Felicia para el velatorio de la mañana siguiente. Vito entró al lugar cantando, como si esa ya fuera su casa. En un cuarto de atrás la difunta viejita se hallaba sobre una mesa y la señora estaba peinando su cabello con sumo cuidado, mientras se le caían las lágrimas. “-Pobre Felicia, cómo la vamos a extrañar, lo que se dice una buena amiga y una buena vecina”- se quejaba.
El señor Raimundo se hallaba cerca de su esposa lustrando algunos bronces y cuando vio a Vito le pidió que se acercara. Llevándolo junto al cuerpo de la anciana levantó la sábana que cubría sus pies y le mostró el motivo de su preocupación: Una raíz pequeñita emergía de la planta del pie de la fallecida. Después pidió a su esposa que se apartara y separando los cabellos de la anciana le mostró que en la cabeza estaba creciendo una hojita verde, mínima. Como si Felicia estuviera germinando.
-Esto es lo más raro que he visto en mi vida. A usted ¿Qué le parece que es? – preguntó a Vito preocupado.
- A mí me parece que es… monocotiledónea –respondió Vito y se empezó a reír y a dar saltitos por la estancia. Pero una veta de sensatez persistía aún en su mente que trabajaba con sagacidad inusitada y le hizo recordar las palabras que la bruja había proferido cuando estuvieron juntos: “y sea quien sea que lo haya hecho terminará como otros tantos haciendo fotosíntesis en los fondos de mi propiedad mientras lo corroen las hormigas coloradas sea persona o entidad diabólica. Eso lo juro.”
-Quiero hacer una prueba, a ver salgan –Ordenó Vito al matrimonio y los empujó para afuera. Cuando estuvo a solas con el cuerpo, vació el íntegro contenido de la bolsa de abono sobre él.
La señora se incorporó tosiendo, miró a Vito y le dijo:
-¡Tengo que atender un parto! ¡Rápido, rápido, sáqueme de acá que tengo que ir a atender un parto!
-Tranquila, señora –respondió él ya en sus cabales-. Somos nosotros, me parece, los que la tendremos que atender a usted.
Al llegar a la calle vio que algo o alguien se encontraba montado sobre el viejo caballo que le habían prestado en la funeraria y al acercarse más notó que era una oscura criatura que se hallaba muy ocupada chupándo la sangre del cuello del pobre animal. Lejos de asustarse se abalanzó reboleando el puño con el que sostenía la bolsa y ya junto a la criatura empezó a golpearla con puño y bolsa mientras una nube de polvo plateado se esparcía por el aire.
El horroroso bicho colmilludo dejó de morder al caballo y emitió un grito terrible como de dolor y de miedo, y reventó como un globo relleno de barro sanguiolento mientras que de los árboles se levantaba una bandada de algo así como aves oscuras grandotas que rápidamente salieron volando espantadas, alejándose a toda prisa.
El caballo estaba muy bien por suerte y Vito no dudó en ponerle un poquito de cenizas en las mordeduras, lo que causó que el viejo equino se transformara en un brioso corcel. Él mismo había respirado ahora también del polvo y estaba completamente inundado de felicidad suprema.
Decidió pasar por la funeraria para devolverlo y cuando llegó allí, el matrimonio estaba preparando el cuerpo de la anciana Felicia para el velatorio de la mañana siguiente. Vito entró al lugar cantando, como si esa ya fuera su casa. En un cuarto de atrás la difunta viejita se hallaba sobre una mesa y la señora estaba peinando su cabello con sumo cuidado, mientras se le caían las lágrimas. “-Pobre Felicia, cómo la vamos a extrañar, lo que se dice una buena amiga y una buena vecina”- se quejaba.
El señor Raimundo se hallaba cerca de su esposa lustrando algunos bronces y cuando vio a Vito le pidió que se acercara. Llevándolo junto al cuerpo de la anciana levantó la sábana que cubría sus pies y le mostró el motivo de su preocupación: Una raíz pequeñita emergía de la planta del pie de la fallecida. Después pidió a su esposa que se apartara y separando los cabellos de la anciana le mostró que en la cabeza estaba creciendo una hojita verde, mínima. Como si Felicia estuviera germinando.
-Esto es lo más raro que he visto en mi vida. A usted ¿Qué le parece que es? – preguntó a Vito preocupado.
- A mí me parece que es… monocotiledónea –respondió Vito y se empezó a reír y a dar saltitos por la estancia. Pero una veta de sensatez persistía aún en su mente que trabajaba con sagacidad inusitada y le hizo recordar las palabras que la bruja había proferido cuando estuvieron juntos: “y sea quien sea que lo haya hecho terminará como otros tantos haciendo fotosíntesis en los fondos de mi propiedad mientras lo corroen las hormigas coloradas sea persona o entidad diabólica. Eso lo juro.”
-Quiero hacer una prueba, a ver salgan –Ordenó Vito al matrimonio y los empujó para afuera. Cuando estuvo a solas con el cuerpo, vació el íntegro contenido de la bolsa de abono sobre él.
La señora se incorporó tosiendo, miró a Vito y le dijo:
-¡Tengo que atender un parto! ¡Rápido, rápido, sáqueme de acá que tengo que ir a atender un parto!
-Tranquila, señora –respondió él ya en sus cabales-. Somos nosotros, me parece, los que la tendremos que atender a usted.
lunes, 9 de noviembre de 2015
Cuento de Halloween (novena parte)
Ingresó al interior de la vivienda y la viuda le tendió la mano. Él le dio la suya y con la otra apretó también las manos entrelazadas en transmisión de estima.
-Me alegra verla mejor.
-Muchas gracias, Vito. –Pero al instante se sobresaltó espantada- ¡Pero qué barbaridad! ¡Cómo tiene de mal esa mano!
-Lo mordió un atrapasueños mami –intervino Sofía – Ya te lo dije. Ellos sólo quieren estar con las ovejas.
-¡Ah! – Suspiró la viuda. –Eso demuestra que no eran artículos comunes. Esos objetos tienen algún tipo de magia poderosa, siempre lo sospechamos ¿verdad?
-¡¿Me va a decir a mí?! -Se quejó Vito. Su mano era ya una gran morcilla negra –. Por eso quise traerlos. Usted misma ha mejorado con la llegada de su linda hija que luce esos grises que le quedan tan bien.
-Nada que ver –respondió Sofía sacándose uno de la oreja y poniéndolo en la mano enferma de Vito. -. Estos no son de la bruja, estos me los trajo de un viaje mi papá. A mi amiga Lisa que usaba uno en el cuello le crecía bárbaro el pelo, ese sí era de la bruja y por eso se nos ocurrió tomar los del pueblo y ponérselos a las ovejas.
-Pero entonces ¿Y esta mejoría suya querida señora?
- No sólo yo he mejorado, Vito. Algunas personas del pueblo hemos empezado a recuperarnos después de casi un mes, eso lo noté hoy cuando se supo que había fallecido Felicia, la partera. A muchos se nos ocurrió darle una buena despedida dado que fue la que ayudó a que viniéramos al mundo. Pensamos en reunirnos, llevarle flores, enterrarla dignamente… Y todo sin que hubiera un solo atrapasueños en el pueblo.
-Felicia nunca se enfermó de pena. –Intervino Sofía-. Claro, la bruja tampoco precisó nunca de sus servicios…
-Creo que al igual que mi hija, que Felicia o que el matrimonio de la funeraria –expresó la viuda- la comunidad bien puede funcionar sin las dádivas de esa mujer.
-¡Oh! – exclamó Vito-. A propósito: Ella le ha mandado un paquete de abono para las moreras. Es este bulto que traigo aquí.
-¿Ves mamá? – Saltó Sofía. - ¡No es tan fácil! Ella no nos va a dejar en paz tan fácil. Ella se aparecía por el pueblo bajo la apariencia de maga de circo. Hacía cosas divertidas, trucos tontos que nos hacían reir. Pero cuando me vio a mí con mis colgantes sin embargo, me los quiso cambiar por un vestido muy hermoso, el más lindo, casi mágico, el más hermoso que se haya visto nunca... pero yo le dije que no.¡Y viera la cara que puso!
-Vito, Vito -dijo la viuda dulcemente -. Me conmueve su ingenuidad. Mire lo que le hago.
Tomó la mano enferma, la besó con ternura y la palmeó diciendo:
-Sana sana colita de rana, si no sana hoy… ¡sanará mañana! ¿Cómo se siente ahora?
-Agradecido y contento, pero me duele mucho.
-Ahora vea lo que le haré. Abro el paquete de cenizas que usted me ha traído.-abrió con cuidado el paquete- Separo de la escoba una pajita, ¿Lo ve? -eso hizo- Mojo con la lengua la punta cortada de la pajita… -También lo hizo así - y a continuación toco con la pajita la ceniza. ¿Cuánto se habrá adherido? ¿Medio gramo o menos quizás? Y ahora… ¡Toco con la ceniza el sitio de la mano donde fue mordido por el atrapasueños! ¿A ver…? ¡Listo!
Vito sintió que el dolor desaparecía al instante y que una oleada de bienestar subía por su brazo, llegaba a su hombro y se extendía por su cuerpo. Nunca se había sentido tan bien. Miró su mano que estaba completamente curada. Tenía ganas de bailar y de cantar se sentía realmente feliz en esa casa.
-¡Esto es espléndido! – exclamó.
-Bien del estilo de la bruja. La ceniza, los atrapasueños nos mantienen ebrios de dicha no tengo idea para qué. Hace ya dos años que no abono con esto mis moreras. Al principio casi se secan pero de a poquito se recuperaron y no volví a ponerles nada. Tengo toda la sustancia guardada en el cobertizo. Para lo único que la uso es para poner una buena cucharada en la mermelada de moras que le llevo a la bruja, siempre le mando como quien dice, "tacita de su propio chocolate".
-¡¿Y cómo no se ha podido curar ella misma con esto de la culebrilla que la atormenta?! -preguntó Vito aunque enseguida razonó-. Claro claro, porque de comerla tan seguido en la mermelada seguramente se acostumbró y a ella ya no le surte casi efecto. Debe ser eso.
-Vito quiero que en primer término me jure que lo de las niñas las ovejas y los atrapasueños nunca se lo dirá a nadie.
-Lo juro, lo prometo. Jamás las pondría en peligro. ¿Algo más?
-Lo otro es que la bruja tiene que morir. Lo siento mucho, es muy injusto, ella fue la víctima de una travesura, de una pesada broma que se fue de las manos pero hizo un juramento y… bruja es bruja.
-O ella… o nosotras. –Completó Sofía.
-Una pregunta, Vito, le hago y después lo dejaré marcharse que mañana debemos enterrar a Felicia. La bruja no le dio nada más Vito para que trajera al pueblo ¿Verdad?
domingo, 8 de noviembre de 2015
Cuento de Hallowen (octava parte)
Vito retornó al pueblo y se fue derecho a la funeraria. La mano le dolía como el demonio pero aún así pidió prestado a los dueños un caballo para poder repartir más rápida y eficientemente el repelente por las calles. Mientras ensillaban al animal, los dueños le relataron que durante su ausencia se había muerto de vieja la partera del pueblo, una mujer ya muy mayor que había ayudado en el nacimiento de casi todos. Y que la buena noticia era que algunos vecinos se habían acercado para encargar un digno funeral para ella e incluso más de uno había pedido que hubiera bonitas y coloridas flores, lo que no dejaba de ser un indicio alentador de progreso. Él, a su vez relató el encuentro con la bruja y manifestó que verdaderamente le había creído aunque se cuidó muy bien de decir una sola palabra sobre las ovejas, las pastoras y los atrapasueños. Incluso mostró el paquete de abono para las moreras e inquirió la dirección de la viuda Robles para poder llevárselo. Después de realizar muy a conciencia su trabajo de proteger el pueblito, llegó hasta la casa de la viuda y como vio que adentro había luz golpeó a la puerta. Grande fue su sorpresa cuando la que abrió no fue la señora Robles sino Sofía la pastora.
-¿Qué estás haciendo acá?-le preguntó con brusquedad a la niña
Sofía le respondió que esa era su casa y que la viuda era su madre por lo que después de hablar con él se había preocupado y había bajado al pueblo para verla.
Desde dentro de la morada una voz dijo a modo de saludo su nombre.
-¡Vito!
Era la viuda, que tenía un mejor aspecto que la última vez aunque expresión muy preocupada.
-Justamente recién hablábamos de usted con Sofía, Vito. No podemos entender de dónde pudo haber sacado la peregrina idea de ir a contarle a la bruja, justamente ¡a la bruja! las novedades del pueblo. ¿En qué pensaba cuando hizo esa bobería ? ¿En que iba a ver al Papa? ¿Pensó que la bruja iba a entender o lo iba a auxiliar? ¿Se da cuenta del peligro en que ha puesto a estas niñas?
Vito agachó la cabeza y contestó compungido: "-Es que yo pensaba que la bruja podía haber sido quien había secuestrado a las niñas para despojarlos a ustedes de los atrapasueños ya cargados con sus ilusiones, sus proyectos y sus anhelos y entonces pensé en ir a cambiarle un perfume muy especial, una esencia de orquideas de la china que había traído para usted, por un atrapasueños de los suyos, señora, porque verla así como estaba, me partió el corazón.-" Y de entre sus ropas sacó un frasquito de cristal que contenía un líquido ámbar dentro.
La viuda Robles lo miró con ojos benévolos y esta vez con voz suave le dijo:
-No se quede en la puerta Vito, pase, pase. Estamos acá pensando cómo solucionaremos esto. Probablemente tres cabazas piensen mejor que dos.
-¿Qué estás haciendo acá?-le preguntó con brusquedad a la niña
Sofía le respondió que esa era su casa y que la viuda era su madre por lo que después de hablar con él se había preocupado y había bajado al pueblo para verla.
Desde dentro de la morada una voz dijo a modo de saludo su nombre.
-¡Vito!
Era la viuda, que tenía un mejor aspecto que la última vez aunque expresión muy preocupada.
-Justamente recién hablábamos de usted con Sofía, Vito. No podemos entender de dónde pudo haber sacado la peregrina idea de ir a contarle a la bruja, justamente ¡a la bruja! las novedades del pueblo. ¿En qué pensaba cuando hizo esa bobería ? ¿En que iba a ver al Papa? ¿Pensó que la bruja iba a entender o lo iba a auxiliar? ¿Se da cuenta del peligro en que ha puesto a estas niñas?
Vito agachó la cabeza y contestó compungido: "-Es que yo pensaba que la bruja podía haber sido quien había secuestrado a las niñas para despojarlos a ustedes de los atrapasueños ya cargados con sus ilusiones, sus proyectos y sus anhelos y entonces pensé en ir a cambiarle un perfume muy especial, una esencia de orquideas de la china que había traído para usted, por un atrapasueños de los suyos, señora, porque verla así como estaba, me partió el corazón.-" Y de entre sus ropas sacó un frasquito de cristal que contenía un líquido ámbar dentro.
La viuda Robles lo miró con ojos benévolos y esta vez con voz suave le dijo:
-No se quede en la puerta Vito, pase, pase. Estamos acá pensando cómo solucionaremos esto. Probablemente tres cabazas piensen mejor que dos.
sábado, 7 de noviembre de 2015
Cuento de Halloween (Séptima parte)
Al
ver a la muchacha Vito se agachó para esconderse entre las ovejas pero
ella ya lo había visto a él y lo saludó y lo llamó por su nombre "-¡Hola
Vito!-" Al mirarla bien la reconoció perfectamente: Era una de sus
clientas del pueblo que con sus amigas o con su madre siempre iban por
el puesto a curiosear y a revolver las cosas lindas que traía desde
lejos. Inclusive sabía su nombre: Sofía. Así que le contestó con tono
que trató de ser lo más natural posible "-Buenas tardes Sofía, qué
casualidad que nos encontremos acá!- y agregó:"-¿Eres pastora ahora?"- .
Sofía le dijo que ella y unas amigas estaban pasando una temporada por
ahí porque sus padres después de algunas cosas feas que habían pasado en
el pueblo las habían querido mandar fuera un tiempo. Vito preguntó si
al hablar de cosas feas se refería a las niñas que habían sido
"secuestradas y cambiadas por los atrapasueños de los vecinos" poniendo
tono de sarcasmo y señalando a las ovejas. "-Eh Vito no se enoje"- le
contestó la niña- "Fue una broma que hicimos, vamos a devolverle todo a
todos en unos días lo que sucede es que les hacen muy bien a las ovejas
que dan una lana buenísima y queríamos vender la lana porque necesitamos
dinero para ir a conocer París!"- Vito miró seriamente a la niña y le
preguntó: "-¿Tu tienes idea del estado en que quedó el pueblo después de
que se llevaron los atrapasueños?-" "-No, hace tiempo que no vamos por
allá y nadie viene a vernos tampoco-" respondió la niña. "-¿Y supongo
que tampoco sabes que la bruja malvada del bosque está furiosa y ha
jurado vengarse de quien se llevó todos estos "collarcitos de oveja"?-"
replicó Vito. -"Bah, -respondió Sofía- a esa vieja golosa le mandamos
mermelada escupida de mi primo que tiene varicela así que no se debe
haber ni enterado! ¿Estuvo por el pueblo Vito? ¿Trajo cosas lindas?
¿Trajo más pulseras de perlas grises y negras como la vez pasada?"
-Me parece que ustedes no entendieron nada -respondió con energía y verdaderamente enojado-. Si lo del rapto y lo del canje fue una broma que hicieron ustedes, fue una broma muy pesada que ha tenido consecuencias. La gente del pueblo ha quedado verdaderamente mal, se han quedado sin ganas de vivir , están todos apagados y sin energías para nada.
-Siempre fueron unos viejos amargados- contestó Sofía encogiéndose de hombros y señalando unos galpones que se hallaban a lo lejos le dijo: "-Nosotras estamos parando con las ovejas allá, cuando quiera venga con sus cosas que vamos a comprarle todo lo lindo que traiga. Ahora tengo que guardar a las bichas estas."
-¡No me iré sin llevarme por lo menos algunos atrapasueños! ¡Me llevaré cuantos pueda cargar!- exclamó él y comenzó a tironear de uno del cuello de una oveja para quedárselo.
Sofía lo miró con curiosidad. Por más que Vito tiraba, no podía arrancarle el collar al animal. Tiró y tiró hasta que retiró la mano con un gesto de dolor.
-¡Me mordió! -gritó el hombre a la vez que se llevaba dos dedos ensangrentados a la boca - ¡Maldición me mordió! -volvio a gritar.
-¿La oveja?¿Lo mordió la oveja? -preguntó la chiquilla.
-¡No! ¡No me mordió la oveja! ¡Me mordió esta porquería de atrapasueños! - gritó asustado y retrocediendo recogió su paquete y salió corriendo de allí.
-Me parece que ustedes no entendieron nada -respondió con energía y verdaderamente enojado-. Si lo del rapto y lo del canje fue una broma que hicieron ustedes, fue una broma muy pesada que ha tenido consecuencias. La gente del pueblo ha quedado verdaderamente mal, se han quedado sin ganas de vivir , están todos apagados y sin energías para nada.
-Siempre fueron unos viejos amargados- contestó Sofía encogiéndose de hombros y señalando unos galpones que se hallaban a lo lejos le dijo: "-Nosotras estamos parando con las ovejas allá, cuando quiera venga con sus cosas que vamos a comprarle todo lo lindo que traiga. Ahora tengo que guardar a las bichas estas."
-¡No me iré sin llevarme por lo menos algunos atrapasueños! ¡Me llevaré cuantos pueda cargar!- exclamó él y comenzó a tironear de uno del cuello de una oveja para quedárselo.
Sofía lo miró con curiosidad. Por más que Vito tiraba, no podía arrancarle el collar al animal. Tiró y tiró hasta que retiró la mano con un gesto de dolor.
-¡Me mordió! -gritó el hombre a la vez que se llevaba dos dedos ensangrentados a la boca - ¡Maldición me mordió! -volvio a gritar.
-¿La oveja?¿Lo mordió la oveja? -preguntó la chiquilla.
-¡No! ¡No me mordió la oveja! ¡Me mordió esta porquería de atrapasueños! - gritó asustado y retrocediendo recogió su paquete y salió corriendo de allí.
Cuento de Halloween (sexta parte)
Caminando
fuera ya del bosque entre onduladas colinas, cargando un enorme paquete
de olor asqueroso que la renguita le había dado, y recreando una y otra
vez la entrevista con la bruja, Vito apuraba el paso porque quería
llegar al pueblo antes de que anocheciera y repartir por lo menos por la
plaza y las calles principales su inmunda carga que al menos protegería
a los apáticos pobladores de la visita de vampiros y de licántropos. La
asistente le había regalado también una
bolsa con algo así como una plateada ceniza, recomendándole o rogándole
más bien que con esa sustancia abonara las moreras de la viuda Robles
dado que si esos arbustos no daban frutos y la viuda no preparaba la
mermelada que tanto agradaba a su patrona ahí sí que esta se pondría de
pésimo humor. Vito sonreía un poco para sí preguntándose cómo sería ver a
esa enojada bruja de "pésimo humor" mientras atravesaba un prado donde
pastaban bellas y blancas ovejas cuando una de ellas, algo corpulenta le
cortó el paso. Era un animal precioso, su pelaje era increiblemente
blanco y sedoso y parecía tener la lana bastante crecida a pesar de que
estaban en otoño. Vito la quiso rodear pero otra oveja tan bonita como
la anterior también le impidió seguir caminando y al girar notó que
detrás tenía dos y otras dos al costado siendo unas más hermosas que las
otras.En un instante se dio cuenta de lo que sucedía: Como estaba
cayendo el sol unas pastoras las estaban reuniendo para guardarlas y él
había quedado encerrado por la majada. Con cuidado trató de abrirse paso
empujando suavemente a uno de los animalitos y al tocarlo sintió que un
objeto colgaba de su cuello: Era un colorido atrapasueños. Miró a otra
de las ovejas y notó que ésta también portaba uno y cuando comenzó a
examinar a todos los miembros del grupo se percató de que efectivamente
cada ovejita llevaba un atrapasueños en el cuello . No pudo ni
reaccionar casi porque se acercaba a él una de las pastoras, una
muchacha muy joven y rozagante con el cabello trenzado cara simpática y
ojos divertidos, de cuya oreja, a modo de pendiente ¡También colgaba un
atrapasueños!
M
Cuento de Halloween (Quinta parte)
La
bruja se hundió en un silencio pesaroso y después de unos cuantos
minutos dijo: "-Quien le haya hecho esto al pueblo es alguien que ha
pactado con fuerzas muy siniestras. Tantos atrapasueños juntos pueden
servir para sostener con vida a la más deshauciada y podrida de las
criaturas moribundas o lograr que sobre el hielo crezcan plataneros. De
todas maneras es indudablemente un reto a mi persona haberlos tomado, y
sea quien sea que lo haya hecho
terminará como otros tantos haciendo fotosíntesis en los fondos de mi
propiedad mientras lo corroen las hormigas coloradas sea persona o
entidad diabólica. Eso lo juro. Puede retirarse, nada puede hacer usted,
vaya y cuide a la viudita, alimenten y límpienle los mocos a los niños,
bañe a los viejos y cámbieles los calzones. El pueblo está debilitado,
de noche encierren a las gentes en sus casas, coloquen protección
antivampírica y antilicantrópica, le voy a dar algo para que se lleve,
huele mal pero es efectivo, al fin y al cabo es un pueblo..."brujas
friendly-".
Vito preguntó mientras se levantaba "¿De verdad no necesita que la ayudemos en algo? La noto un poco débil como para iniciar una..." La bruja lo interrumpió con un gesto y chilló aún más fuerte de lo que había chillado antes:"-¡Fue eso! ¡Fue eso! ¡Me hicieron enfermar a propósito para poder cometer su tropelía! ¡Primero la varicela, claro! ¡...y después la culebrilla! ¡Me han estado torturando y tomando el pelo para dejarme fuera de combate! ¡Maldigo al mismo Satanás si ha ayudado a que se rían así de mí! ¡Que se cuide quien haya hecho esto, que rece sus oraciones porque sólo yo sé lo que haré con ellos cuando los atrape! Ahora vayase y déjeme en paz". Y dicho esto se desvaneció en el aire.
Vito preguntó mientras se levantaba "¿De verdad no necesita que la ayudemos en algo? La noto un poco débil como para iniciar una..." La bruja lo interrumpió con un gesto y chilló aún más fuerte de lo que había chillado antes:"-¡Fue eso! ¡Fue eso! ¡Me hicieron enfermar a propósito para poder cometer su tropelía! ¡Primero la varicela, claro! ¡...y después la culebrilla! ¡Me han estado torturando y tomando el pelo para dejarme fuera de combate! ¡Maldigo al mismo Satanás si ha ayudado a que se rían así de mí! ¡Que se cuide quien haya hecho esto, que rece sus oraciones porque sólo yo sé lo que haré con ellos cuando los atrape! Ahora vayase y déjeme en paz". Y dicho esto se desvaneció en el aire.
Cuento de Halloween (partes tres y cuatro)
Después de atravesar el tupido bosque, Vito arribó a un claro y pudo
distinguir a la renguita que se hallaba colgando ropa. Se acercó y la
saludó con amabilidad preguntando en seguida por la bruja, aunque no la
llamó así sino que más bien preguntó por la señora de la casa. Sin dejar
de hacer su trabajo la mujer le contestó siseando que las consultas
estaban suspendidas hasta nuevo aviso. Vito respondió a su vez que él no
venía a hacer ninguna consulta sino que quería
intercambiar ideas con la patrona sobre la desaparición de los
atrapasueños del pueblo. No había terminado la frase cuando chocó con la
mirada sorprendida y aterrada de la sirvienta que después de oír eso y
volverse hacia él apenas atinó a salir corriendo. Vitó quedó junto a la
cuerda combada de harapos chorreantes y notó que se empezaba a nublar. En
instantes el cielo se puso negro y un rayo cayó partiendo y quemando un
árbol cercano. Después llegó una lluvia fría que le caló los huesos y
finamente reaparecció la asistente que diciendo "la señora dice que
puede pasar" hizo un gesto indicando que la siguiera.
Ingresó a un recinto en penumbras donde lo recibió la bruja. Era de complexión pequeña y estaba doblada sobre sí, como si alguna clase de dolor o padecimiento que muy bien se reflejaba en su cara fea de expresión sufriente la martirizaran obligándola a permanecer en una postura como de reverencia. "-Pase señor y tome asiento- " le dijo. "-Me disculpo por mi asistente que le negó inicialmente la entrada, sucede que me encuentro bastante enferma. Siéntese por favor y dígame que es eso de que no están los atrapasueños. Es por eso que vino ¿verdad?". Vito sostuvo la mano que la vieja le había tendido y luego se sentó en lo que se palpaba como un asiento mullido. Algo desconcertado por verla tan caída apenas le salió incorporarse de un salto y decir -" ¡Señora! ¡No era mi intención molestarla! ¡Puedo volver en otro momento!"- la bruja chasqueó la lengua y sosteniéndose en él mientras lo retenía le dijo: "- Me he agarrado la culebrilla y es... es... ¡ah! no quiero caer en lugares comunes pero mis clientes tenían razón. De hecho nadie se muere de esto así que vayamos a lo nuestro: ¿De verdad desaparecieron los atrapasueños? ¿Todos?" Vito le dijo que así era y le relató cuanto sabía, le habían contado y había visto. La bruja escuchaba sin separar la vista del suelo aunque, por momentos sus puños se crispaban. En otros momentos del relato suspiraba y en otros maldecía por lo bajo. Cuando no tuvo más que decir, Vito calló y se la quedó mirando. Luego de un largo silencio la vieja abrió la boca y habló pausadamente: "-Voy a hacerle unas preguntas y le pido que me responda con sinceridad o le prometo que nunca más se levantará de ese asiento. ¿Por qué siendo usted un forastero ha llegado hasta acá a tratar conmigo el problema de un pueblo que para usted es un pueblo de tantos? y ¿Ha venido hasta mi por ayuda o cree en realidad que soy yo la que tiene los atrapasueños?-" Vito respondió tratando de conservar la sangre fría, lo siguiente: "-Mire señora, inicialmente me involucré porque en el pueblo hay una dama que me gusta y me dio pena el estado en que la he visto-". "-Ah sí, la viuda Robles, gran chica, lo escuché y me apena. Prepara o preparaba una mermelada de moras exquisita y siempre me traía. Gran coleccionista de atrapasueños además porque por cada frasco que me alcanzaba yo le regalaba uno. Continúe.-" Vito agregó: "-Pero también llego por aventura. Mucha de mi mercancía la compro en los puertos de barcos que vienen de zonas remotas y los marineros relatan historias increíbles que un mercachifle como yo jamás podría protagonizar, tenía ganas de venir, conocerla y poder decir que una vez vi a una bruja. En relación a lo otro que me preguntó, la respuesta es que sí, pensamos que usted repartió atrapasueños y luego los retiró y dejó a la gente en ese estado". La bruja lo miró fijamente abrió la boca y con voz chillona y aguda le gritó: "¡¿Y para que querría tener yo, una hechicera retirada de casi quinientos años de edad que las ha pasado todas, un montón de objetos propiedad de tres mil patanes rústicos y mediocres cuya máxima aspiración promedio es tener dos vacas más, un par de hijos o una buena borrachera?! ¡Ustedes son unos ignorantes! ¡Todos son unos ignorantes y yo, yo.... ¡Claro! ¡Como soy la bruja "del pueblo" soy el origen de los males! Bastardos desagradecidos, se merecen lo que les ha pasado y más!" Vito arriesgó a decir: "No sé que piensan los que están como en trance, he hablado por mí, por el sepulturero y por su señora, que son los únicos que expresaron opinión".
Cuento de Halloween ( primera y segunda partes))
Una
vieja bruja vivía en lo más recóndito y profundo de un bosque. Nadie la
había visto nunca pero allí estaba su casa, oscura y derruída,
esparcidos aquí y allá los huecesillos de los animales que cazaba con
sus propias manos y devoraba crudos para dejarles las vísceras a los
cuervos que siempre rondaban el sitio y una especie de tronco ahuecado
en el que se decía que se recostaba en los atardeceres cuando se echaba
allí a entretejer ramas hilos plumas y
cuerdas. Sólo se conocía a su ayudante, una renga retrazada y fea de
edad indefinida que iba al pueblo de vez en cuando para comprar velas,
tela, frutas frescas y enseres y que cambiaba lo adquirido no por dinero
sino por atrapasueños vistosos y bonitos que tal vez confeccionara
ella, la bruja o las dos para procurarse aquello que necesitasen. Un
día, una de las niñas de ese pueblo cercano desapareció. A los pocos
días una segunda niña y una tercera también se esfumaron y no pocos
pensaron en la bruja a la que se toleraba porque nunca se había metido
en realidad con nadie pero sobre la que corrían leyendas espantosas.
Cuando a todos les estaba por ganar la desesperación porque ya faltaban
como seis criaturas, un viernes al atardecer apareció la primera niña
que había desaparecido con una demanda: Si los vecinos querían que todas
las chicas volvieran, los habitantes de la aldea deberían devolver
todos los atrapasueños adquiridos a lo largo de años que hubiera en el
sitio. La gente no dudó en hacer el trueque, la voz fue corriendo de
casa en casa y en menos de una hora se llenó de atrapasueños un gran
baúl que la niña se llevó por donde había venido, si es que había venido
de algún lado. Antes de media noche las jovencitas habían vuelto pero
una serie de cosas raras comenzaron a ocurrir. Las personas había dejado
de ser personas, eran mas bien máquinas carnosas que hacían cosas
rutinarias, se hablaba poco, nada tenían que decirse los unos a los
otros. Aunque habitado, el sitio se empezó a transformar en una suerte
de pueblo fantasma. Las familias cenaban en silencio, decían
mecánicamente sus oraciones y se dormían todos para al día siguiente
volver a sus rutinas incambiables. Los que se enfermaban no llamaban al
médico, se dejaban morir para que los enterrara otro, pero los demás
tampoco los enterraban, porque la cama o la tumba eran sitios igual de
adecuadaos para que se pudriera un cuerpo...
Pasado
casi un mes de estos sucesos, antes del amanecer
de un domingo arribó al lugar Vito, un vendedor ambulante. Como siempre
comenzó a instalar su puesto en la oscuridad de la madrugada aunque
notó que un olor desagradable y podre reinaba en la zona. Con las
primeras luces del alba se percató de que la plaza no era la de siempre:
Había llovido en la región durante la semana anterior y el sitio estaba
inmundo. Hojas arrastradas por la tormenta,
ramas caídas, objetos varios arrastrados por el viento que habían
quedado tirados por ahí, charcos de lodo y hasta pájaros muertos. A las
nueve de la mañana la feria todavía no se había armado y si bien vio
pasar gente, de lejos observó a las mujeres desgreñadas, a los hombres
barbudos, a los niños sucios y desharrapados caminando con paso lento,
casi todos cabizbajos quién sabe hacia dónde o a hacer qué.
Un caso aislado sin embargo llamó un rato después la atención: En la puerta de su negocio, la funeraria, Raimundo el enterrador barría enérgicamente la vereda como siempre y su mujer un poco más adentro lustraba un féretro vestida con atuendo de domingo. Vito dejó su puesto y se acercó a preguntarle a Raimundo qué era lo que pasaba con el pueblo y con los vecinos, y éste le refirió los hechos y su punto de vista. Para él esto había sido una maldad de la hechicera que, quién fuera a saber en función de qué oscuro maleficio, había dejado así a la gente, un tanto "desmotivada". Vito preguntó al sepulturero si sabía por qué él no se hallaba "enfermo" como los demás a lo que el hombre le respondió que aunque algunos vecinos le habían querido regalar alguno alguna vez él los había rechazado porque su señora era alérgica a las plumas que son lo que generalmente cuelga de estos curiosos artefactos.
Después de escuchar todo esto Vito se rascó la barbilla y sintió lástima no tanto por el pueblo sino por una vecina en particular, una dama muy simpática que siempre lo saludaba con un guiño y le coquetaba un poco, a la que había visto pasar convertida en menos que un despojo humano. Por esta razón más que ninguna otra decidió que iría a hablar seriamente con la bruja.
Un caso aislado sin embargo llamó un rato después la atención: En la puerta de su negocio, la funeraria, Raimundo el enterrador barría enérgicamente la vereda como siempre y su mujer un poco más adentro lustraba un féretro vestida con atuendo de domingo. Vito dejó su puesto y se acercó a preguntarle a Raimundo qué era lo que pasaba con el pueblo y con los vecinos, y éste le refirió los hechos y su punto de vista. Para él esto había sido una maldad de la hechicera que, quién fuera a saber en función de qué oscuro maleficio, había dejado así a la gente, un tanto "desmotivada". Vito preguntó al sepulturero si sabía por qué él no se hallaba "enfermo" como los demás a lo que el hombre le respondió que aunque algunos vecinos le habían querido regalar alguno alguna vez él los había rechazado porque su señora era alérgica a las plumas que son lo que generalmente cuelga de estos curiosos artefactos.
Después de escuchar todo esto Vito se rascó la barbilla y sintió lástima no tanto por el pueblo sino por una vecina en particular, una dama muy simpática que siempre lo saludaba con un guiño y le coquetaba un poco, a la que había visto pasar convertida en menos que un despojo humano. Por esta razón más que ninguna otra decidió que iría a hablar seriamente con la bruja.
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