miércoles, 10 de abril de 2013

SI EL ARREPENTIMIENTO MATARA (Continuación IV)



- No entiendo ¿A mis vecinos les llevaste citatorios? – preguntó Annie
El portero apenas se encogió de hombros.
- Dice mi mamá que esos citatorios que les llegaron del juzgado deben haber sido para que declararan que Ustedes se peleaban, porque esos vecinos además eran inquilinos de la tía de tu marido y los mejores testigos son los vecinos y los inquilinos. ¿Por qué no vas a averiguar?
-No, ahora no. -contestó  Annie -  Ahora tengo otras cosas que hacer. Pero alguna vez voy a ir a leer los papeles de mi divorcio y a ver quién metió la cuchara para que Jorge me jugara tan sucio. De momento tengo que encontrar a Tomás porque el lunes todo vuelve a la normalidad y yo voy a tener que irme de acá. Y ya mismo voy a llamar a doña Molli para que no desnude ni le toque el pelo a la muñeca.

      Anduvo un rato por el sótano y nada halló. En un momento dado tuvo un pálpito y fue para el que había sido su piso. Tocó el timbre de los vecinos de al lado y le abrió la señora.
-Annie – dijo ésta - ¿Qué cuenta? ¿Le alcanzaron los volantes? Al final casi ni me comió el bacalao...
Annie fue directo al grano y en una actitud amistosa y tranquila le pregunto:- “¿Ustedes salieron de testigos en mi juicio de divorcio?”-
  La señora no pudo mentir:
- Jorge nos dijo que el pedido era de parte suya también. Que los dos se querían divorciar rápido. Y como nosotros estábamos mal de plata y él nos ofreció no cobrarnos el alquiler del mes y perdonarnos la deuda esa que le pagamos a Usted ayer si decíamos que ustedes vivían peleando... Fue casi una extorsión... Nosotros no queríamos pero él y ese doctor...
- Es una porquería lo que me hicieron. – dijo Annie.- ¿Y dónde está Jorge? ¿Y por qué estaba tan apurado?
- Eso no lo sé. Le juro que no sé...
- ¿Y quién era el abogado?
-Ah...un señor mayor, muy amanerado para decirlo con delicadeza que nos hizo aprendernos de memoria lo que teníamos que decir. Pérez...Rodríguez...López...algo así.
Annie, no se enoje con nosotros por favor...su marido nos tenía contra la pared.
- ¿Y qué hizo con mi gato?- preguntó Annie
- No sé...pero las plantas se las llevó el abogado.
-¿Las plantas? ¿Qué plantas? ¿Mis plantas?
-Si usted se asoma un poquito nomás, se puede ver que su balcón de atrás está pelado. Yo vi al abogado ese hacer cargar a unos hombres con las plantas. De mañana temprano, después de que Usted se fue, pero cuando todavía no estaba el portero. Estaban los de la empresa de vigilancia...Pero a esa hora...estarían medios dormidos.
- Mis plantas... mis plantitas...-se quejó Annie- Ladrón de cuarta...¿cómo me va a robar las plantas? Yo los tendría que denunciar a ustedes y a ese abogado podrido...
- Annie, Annie... si el remordimiento matara yo estaría seca como un cuero. Desde que hicimos esa declaración no tuvimos paz... todo por un mes de alquiler y unos pesos de porquería...pero fue enseguida de que estalló la crisis. Estábamos acogotados...
  Llegó el marido de la señora y se le informó de lo hablado. Sólo dijo:
- Creo que el que Usted lo sepa me saca un peso de arriba... Esta culpa me iba a infartar. ¿Qué cómo se llamaba el abogado? El doctor...Le decíamos  Rodríguez las Lolas. Así lo llaman: Su apellido es Rodríguez Busto o Rodriguez Bustos. Creo que fue juez en algún tiempo. Bastante amanerado el hombre no sé si de concheto o de marica.
- Si yo lo denuncio por robo...¿Ustedes me salen de testigos?- preguntó Annie.
- Además están las cámaras de seguridad del piso. Nosotros le salimos de testigos, si. Pero de lo otro... Annie, de lo otro...le pedimos por favor que… ¿Usted sabe cuál es la condena mínima por dar falso testimonio? Yo no podría soportar la cárcel.
-Hay una cosa más – aportó la señora – Ellos le fueron a pedir también a la otra vecina que testificara. La señora sola, la del hijo medio drogadicto. Pero creo que ella se negó porque es Testigo de Jehová y no puede dar falso testimonio. Ella se enojó mucho, algo de discusión hubo con ella y ella los insultó. Y estaban los dos... Su esposo y el abogado ese.
- Quiero ir a denunciarlo por robo ya. Las comisarías están abiertas todo el día...-dijo Annie
- ¿Y por qué no lo va a ver? - le dijo la señora- A lo mejor... es preferible amenazarlo...Para denunciarlo por ir a pedir un falso testimonio hay tiempo.-pensó en voz alta el vecino-  De las plantas se podrá deshacer...pero de la señora esa...Yerba mala nunca muere...Si a nosotros nos quieren involucrar, nosotros vamos a alegar que fue con amenazas que testificamos. Además estamos dispuestos a compensar el mal que hicimos. Ya sabe Annie, lo que quiera. ¿No tiene casa? Esta es su casa. ¿Necesita productos de limpieza?¡Vamos al súper!  Dentro de nuestras posibilidades... Siéntese Annie. Vamos a mirar la guía. Vamos a encontrar al Rodriguez las Lolas ese. Tenía pinta de extravagante, de noble decadente.
-Yo sólo quiero a mi gatito.

     Esa misma tarde Susi Krause y Natalia tocaban el timbre del Doctor Lorenzo Rodríguez Busto. El doctor vivía en un cuarto piso sobre una ancha avenida con amplio balcón al frente. Annie las esperaba en el bar de la esquina y ya había reconocido a muchas de sus adoradas y bien cuidadas plantas que se mecían por la brisa otoñal.
     La excusa: De la revista “Casas, jardines y placeres” les había llamado la atención la magnificencia y el preciosismo del balcón ajardinado y pedían permiso para verlo apenas. La idea había sido de Susi Krause que era una manipuladora nata. Ella había llamado al doctor y después de cataratas de halagos e interesadas preguntas acerca del cuidado de las plantas había fijado una cita para esa hora. El mismo terminó invitándola. Ella le había preguntado entonces si le molestaba que llevara a su fotógrafa, él había dicho que no y ella al final le había dejado sus datos verdaderos, su número de celular, su teléfono de línea “para que no piense Doctor que venimos a meternos a su casa desde la nada”
-Qué fácil que es filtrarse en lo de alguien cuando se calibran sus puntos- Le comentó Susi a Natalia mientras subían por el ascensor.
      El doctor las recibió en bata de seda y modales de noble florentino. Ya dentro y por lo fabuloso de la decoración a Susi le salió decir: -“¡Ay Doctor, Usted más que Lorenzo Rodríguez Busto debería llamarse Lorenzo el Magnífico!” (Continuará)

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