lunes, 8 de abril de 2013

SI EL ARREPENTIMIENTO MATARA (Continuación III)

 El chico la miró como tratando de calibrar el grado de locura y contestó:
-Usted nos la vendió. Ahora es nuestra.

-Si. Contestó ella. Pero quiero pedirle por favor que siempre la dejen vestida con su ropita y su peluca originales.

- Eso no se lo podemos prometer señora, Si quiere le miento pero..
.-¡Entonces devuelvanmelá! - Gritó o chilló Annie -¡Todos me sacantodo!¡Devolvémela!
     El joven le replicó con impaciencia:

-Señora no puedo devolvérsela. Ahí hay un cartel que dice que no hay devolución. Esto no es una casa de empeños.

-Le digo que me devuelva mi muñeca –chilló más agudamente Annie- Aquí tiene su plata: Deme mi muñeca.

- No hay devolución, señora.

    Annie tomó un pisapapeles de vidrio y lo hizo estallar contra el suelo. Del fondo del local, es decir desde detrás de una cortina de terciopelo, apareció una señora corpulenta y elegante de cabello cano y aspecto respetable.

-¿Qué pasa? ¿Quién grita así?

-Quiere que le devolvamos la muñeca, abuela.

-Nooo. -Terció Annie.- Quiero que me aseguren que nunca le vas a sacar la ropa ni la peluca ni los zapatos originales. ¿Usted no es la coleccionista?-

-Mi cuñado y mi  hermana – respondió la dama calzándose unos lentes minúsculos y levantando la muñeca para verla.

-No me mienta. Usted es la dueña de todo. Júreme que nunca le va a sacar la ropa. Ya bastante que les dejé despegar un poco la peluca en la parte de atrás, ahí.

    Desde detrás de sus lentes la Impía, como la llamaban en el barrio, la miró con curiosidad. Era viernes y no podía llamar a la policía porque los de la ronda de los viernes la detestaban particularente.

- Tengamos calma. –dijo apoyando la muñeca en el mostrador. –A ver señorita...- Observó el formulario de compraventa-...Annie.



   Con hábiles manos le bajó apenas un poco un zoquete a la muñeca y le hizo mirar a su interlocutora el minúsculo tobillo..

-Mirá la diferencia de color, madre. Acá es rosada ¿ves? Porque la protege la media. Más arriba la pierna es negrita. Piernita sucia, ropita sucia. Hay que sacarle la ropa, limpiar el cuerpo para que quede rosadito de nuevo. La ropa hay que lavarla y el pelo...Bueno el pelo ...es un nido de...

- Si mi mamá y mi abuela hubieran querido eso lo hubieran hecho ellas mismas. Tiene que quedarse así.

- Pero así es un asco, querida. Está sucia, hay que dejarla linda.Así presentada es un mamarracho.

- ¡Vieja ignorante!-le gritó Annie-¡Esto es suciedad con mucha historia, esta muñeca dio vueltas por toda Europa en brazos de mi difunta mamá escapando de los nazis y vos venís a decir que es un mamarracho! ¡Devolveme la muñeca y andá a veranear a Haifa  a ponerte negro el culo y metete tu plata en el tujes!. –le espetó con desprecio.
Doña Molly que así se llamaba la Impía miró a Annie y haciendo caso omiso de lo que había escuchado preguntó:

- ¿De donde era tu familia, nena?- preguntó la anciana.

 – Fabricaban tapados y sombreros en Viena. Hasta el 36/ 37 que hubo que salir corriendo. Toda Europa recorrió esta muñeca escapando de los nazis. Mi mamá salió con cinco a seis años y a los trece todavía estaba escapandose y escondiéndose con mi abuela y con la muñeca.

-Devolvele la muñeca a la Señora, Arielito –dijo la dueña.- Envolvela con cuidado por favor.

-Gracias. Acá está su dinero.-dijo Annie muy cansada.

-No, no. Te estoy dando el dinero y la muñeca para que no la vuelvas a vender. La muñeca no creo que tenga un gran valor, como está intacta y con la ropa original andaría, limpia, en unos 700...800. A ver, dejame ver. Una Ka Erre.. No ubico la numeración...Supongamos como mucho mil pero...si la vendés la perdés. No entiendo por qué no hay que desvestirla.

-Eso es lo único que no me dejaba hacer mi mamá. ¿Y si se la dejo para no tentarme de venderla?- preguntó aniñadamente Annie - Mi mamá nunca tuvo nada... solamente esta muñequita...Pero necesito venderla porque mi marido me dejó en la calle sin casa y me cambió la cerradura porque cuando supo que yo era judía mi tío paterno me desheredó y Jorge se había casado por la plata. Y yo estoy en la calle y se me perdió el gato y...
Doña Molly la interrumpió con una propuesta:

- A ver esto: Yo te doy ciento cincuenta dólares. Y te prometo que, sin tu permiso no desvisto a la muñeca, ni le saco la peluca pero la guardo yo y de paso busco tranquila cuánto vale. Y con estos ciento cincuenta dólares que te doy ahora te estoy comprando el diez por ciento de la nena o sea que no la podés vender vos ni la puedo vender yo.

-Bueno...

-Preparame un contrato Arielito. Mejor te compro con ciento cincuenta el quince ¿te parece?

Entró al local el chico del bar. Ariel pidió churrasco y ensalada pero doña Molli –que así se llamaba la señora- pidió tarta de limón y té con leche.

-¿Querés algo nena? Se te ve demacrada...¿Vos tenés gente que te ayude?

-Vecinos... La dentista, la amiga de la dentista, el portero y unos vecinos. Estoy buscando a mi gatito.

-Tomate un té  aunque sea y contame un poco más qué te pasó. ¿Tu mamá y tu abuela eran modistas?

-No. La fábrica era de la familia. De la familia de ellas... Pero cuando hubo problemas con los nazis, ya desde los treinta pasados, ellos se la vieron venir y mi abuela se casó con un luterano pobre y el negocio iba a quedar en manos de él pero en verdad iba a ser de mamá. Mi abuela era Wolf pero mamá fue Wolff. ¡Lo que cambia una letra!  Pero en el treinta y seis la cosa estaba muy fea, a unos parientes les dieron una paliza y un primo hermano dijo que las cosas iban de mal en peor, que había que desmontar y despachar todo. Mi abuela no quería saber nada, hacía casi un siglo que la familia fabricaba ropa para la gente más rica, mi abuela pensaba que no los iban a tocar...Que los clientes eran amigos .Su primo pesimista se fue a América pero no perdió el contacto hasta la anexión, y de a poco se fue desarmando todo y despachando lo que se podía....

-O sea que eran gente pudiente. Esta muñeca habrá sido un regalo importante para tu madre. Algún cumpleaños...

-Noo...- dijo Annie – se la dieron para que no tocara las otras...No querían que tocara las del negocio. Dos a tres veces al año mi bisabuelo recibía desde Francia muñecas con los últimos tapados y los últimos sombreros, le dernier crí y así con el tiempo se juntaron como cuarenta. La colección  sagrada de mi abuela (¿Qué le pasa?) – doña Molli se había atragantado -Esas son las que se despacharon cuando se desmontó todo...
-¿Y a dónde se despacharon? - Preguntó doña Molli con un hilo de voz.

- No se sabe. O se perdieron...o se las quedaron los vecinos, o están en Suiza en algún banco, con la plata de la familia, o las mandaron a América con el primo Martín o se rompieron...o estarán enterradas...O están en el fondo del Danubio... No sé...Una vez entraron al negocio unos nazis y rompieron todo y a dos muñecas de las grandotas las pelaron a tijera y rompieron y robaron cosas y nadie intervino. Entonces mi abuela dijo: “Hasta aquí llegamos.”

-Que historia tan trágica – dijo doña Molli con los ojos anegados -¿Y nunca trataste de encontrar algo de lo que fue de la familia?-

-¿Y para qué?- preguntó Annie.





      Pasado el mediodía Annie volvió al consultorio donde encontró a Natalia comiendo cazuela de bacalao.

-¿Y? ¿ alguna novedad?- preguntó mirando a la gata blanca -¿Esa gatita está enferma?

-La sedé un poco porque estaba insoportable ...¿Y vos por dónde anduviste?

-Fui a vender la muñeca... Por suerte saqué buena plata y no la vendí. La dejé ahí.

Ese animal está como borracho ¿Qué le diste?

-Esas cosas que los calman un poco...estaba insoportable...Pero eso quiere decir que sigue en celo...

      La gata emitió un gemido triste, lastimero.

-Tiene que venir....Tiene que venir...Ay Jorge qué mal te hice para que me dejaras así...

-¿Y él no se lo habrá llevado? – arriesgó Natalia.

- ¿A Tomás? No lo podía ni ver.

-¿Y si lo metió en un auto y lo tiró por ahí?-insistió Natalia

- Le daba cosa tocarlo...le daba como asquito.

-¿Y qué pasó con la muñeca?

-Ah...No sabés. Mirá: ciento...cincuenta...dólares. Y encima la señora se hizo amiga. Va a tratar de ayudarme,somos socias, ahora la muñeca es de las dos. Tengo que cargar el celular, espero varias llamadas...-

-Ah, si. A las tres te traen los volantes de tu gato. Ya están pagos. ¿Y a la señora le dijiste lo que te dijo Susi Krause?

- Al principio no. Pero después llegué a la esquina y me puse como loca. Y volví y le dije todo y más. Bueno, le dije la verdad. Pero...me deprimí con esas historias. La señora me escuchó y andaba como dudando ... Pero fue buena y cuando me puse a gritar me tuvo bastante paciencia. Me dijo que fuera cuando quisiera pero me pidió tiempo para averiguar el valor real de la muñeca y también para pensar cómo ayudarme. Buena gente resultó. ¿Te molestaría que pasara un poco la aspiradora? Hay pelos de la gatita ahí y ahí.. Y migas. Ay, me olvidé de sacarle a la muñeca una cosa que tenía, estoy un poco tonta

- Andá al piso once, yo quiero dormir un poco la siestita. Este bacalao estaba rico pero pesado...¿Y vos no comés?

- No tengo mucho hambre pero un poco voy a comer.





     Cuando volvió de limpiar Annie se tiró en el sofá de la sala de espera y se quedó mirando el techo. No durmió en el resto del día pero tampoco hizo nada. El sábado a la madrugada salió a deslizar por debajo de las puertas los volantes alusivos al gato. Llegó como hacia los cinco pero aún así dormitó apenas. A las ocho y media alguien llamó a la puerta: Era Juan el portero. Traía un diario y desayuno: Leche chocolatada, medialunas, jugo de soja con ananá y frutas. Lo invitaron a pasar y esto le generó una gran emoción: Nunca había tenido amigas que lo invitaran a desayunar.

    Al mirar a Annie le dijo que le parecía verla más flaca, vio a la gatita blanca, quiso jugar con ella y se puso al tanto de las novedades.

- El jueves le conté a mi mamá lo que te pasó.-dijo Juan a Annie– Y ella dice que los hombres no pueden divorciarse solos. Que hay que llevar testigos de que ustedes se peleaban y esas cosas, vecinos en la mayoría de los casos. Que tenés que ir al juzgado y pedir el expediente del juicio de divorcio. Y que tenés tus derechos, no te pueden sacar así de tu casa. Que acá hay una mano negra, que hay un abogado muy malo que ayudó a tu marido.

-Pero esas cosas cuestan plata, los abogados, a más malos más caros... ¿Y por qué iba a hacer todo eso? Si se hubiera ido, con ese poder que tiene de la tía igual me hubiera podido desalojar. – contestó Annie

- A lo mejor se quería casar de nuevo con una mujer más cheta...-dijo Juan.

-Otra víctima...-murmuró Natalia y le dijo al portero- Juan Annie ya anda bastante mal como para que encima le metas fichas. Pensá un poco antes de hablar.
-Bueno yo la veía un poco más flaquita...pero no pensé que estaba enferma... Abajo vi los volantes del gatito. Si tienen algunos se los voy a dar a los otros porteros para que los pasen por debajo de las puertas de los departamentos de los edificios. Mi mamá me preguntó para qué querés al gato si vos misma no tenés adónde caerte muerta.
-¡Juaan! – gritó Natalia.
-Dejalo, tiene razón.- interrumpió Annie- Yo sólo quiero verlo, saber si está vivo o si está muerto. Si está viviendo mejor que yo, que sea feliz pero no que esté sufriendo por ahí. Juan, ahora que estás vos...¿no me dejás ir al sótano? A lo mejor anda por abajo...

-Ya van a ser las nueve, ya tengo que entrar al turno.  Vení conmigo y te abro... Hay que tener cuidado con la escalera.

  Natalia le dijo a Juan que la vigilara porque andaba medio loquita.

  Bajaron juntos y en el ascensor Juan continuó hablando.

-Dice mi mamá que yo tendría que haber atendido a los del juzgado cuando te llevaban las cédulas del juicio de divorcio. ¿a vos nunca te citaron? Ella dice que te citan y que si no vas después de unas cuantas citaciones el juicio se te hace “en rebeldía”. Yo no me acuerdo de haber recibido citatorios para vos... Para los abogados del edificio hago entrar gente todos los días, para tus vecinos hice entrar, pero para vos no.

- No entiendo ¿A mis vecinos les llevaste citatorios? – pregunto Annie 
El portero apenas se encogió de hombros. (Continuará)

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