-Usted nos la vendió. Ahora es nuestra.
-Si. Contestó ella. Pero quiero pedirle por
favor que siempre la dejen vestida con su ropita y su peluca originales.
- Eso no se lo podemos prometer señora, Si
quiere le miento pero..
.-¡Entonces
devuelvanmelá! - Gritó o chilló Annie -¡Todos me sacantodo!¡Devolvémela!
El
joven le replicó con impaciencia:
-Señora no puedo devolvérsela. Ahí hay un
cartel que dice que no hay devolución. Esto no es una casa de empeños.
-Le digo que me devuelva mi muñeca –chilló más
agudamente Annie- Aquí tiene su plata: Deme mi muñeca.
- No hay devolución, señora.
Annie tomó un pisapapeles de vidrio y lo hizo estallar contra el suelo.
Del fondo del local, es decir desde detrás de una cortina de terciopelo, apareció una señora
corpulenta y elegante de cabello cano y aspecto respetable.
-¿Qué pasa? ¿Quién grita así?
-Quiere que le devolvamos la muñeca, abuela.
-Nooo. -Terció Annie.- Quiero que me aseguren
que nunca le vas a sacar la ropa ni la peluca ni los zapatos originales. ¿Usted
no es la coleccionista?-
-Mi cuñado y mi hermana – respondió la dama calzándose unos
lentes minúsculos y levantando la muñeca para verla.
-No me mienta. Usted es la dueña de todo.
Júreme que nunca le va a sacar la ropa. Ya bastante que les dejé despegar un
poco la peluca en la parte de atrás, ahí.
Desde detrás de sus lentes la Impía, como la llamaban en el barrio,
la miró con curiosidad. Era viernes y no podía llamar a la policía porque los
de la ronda de los viernes la detestaban particularente.
- Tengamos calma. –dijo apoyando la muñeca en
el mostrador. –A ver señorita...- Observó el formulario de compraventa-...Annie.
Con
hábiles manos le bajó apenas un poco un zoquete a la muñeca y le hizo mirar a
su interlocutora el minúsculo tobillo..
-Mirá la diferencia de color, madre. Acá es
rosada ¿ves? Porque la protege la media. Más arriba la pierna es negrita.
Piernita sucia, ropita sucia. Hay que sacarle la ropa, limpiar el cuerpo para
que quede rosadito de nuevo. La ropa hay que lavarla y el pelo...Bueno el pelo
...es un nido de...
- Si mi mamá y mi abuela hubieran querido eso
lo hubieran hecho ellas mismas. Tiene que quedarse así.
- Pero así es un asco, querida. Está sucia,
hay que dejarla linda.Así presentada es un mamarracho.
- ¡Vieja ignorante!-le gritó
Annie-¡Esto es suciedad con mucha historia,
esta muñeca dio vueltas por toda Europa en brazos de mi difunta mamá escapando de los
nazis y vos venís a decir que es un mamarracho! ¡Devolveme la muñeca y andá a
veranear a Haifa a ponerte negro el culo
y metete tu plata en el tujes!. –le espetó con desprecio.
Doña Molly que así se llamaba la Impía miró a Annie y haciendo caso omiso de lo que había escuchado preguntó:
- ¿De donde era tu familia, nena?- preguntó la anciana.
–
Fabricaban tapados y sombreros en Viena. Hasta el 36/ 37 que hubo que salir
corriendo. Toda Europa recorrió esta muñeca escapando de los nazis. Mi mamá
salió con cinco a seis años y a los trece todavía estaba escapandose y escondiéndose con mi
abuela y con la muñeca.
-Devolvele la muñeca a la Señora, Arielito
–dijo la dueña.- Envolvela con cuidado por favor.
-Gracias. Acá está su dinero.-dijo Annie muy
cansada.
-No, no. Te estoy dando el dinero y la muñeca
para que no la vuelvas a vender. La muñeca no creo que tenga un gran valor,
como está intacta y con la ropa original andaría, limpia, en unos 700...800. A
ver, dejame ver. Una Ka Erre.. No ubico la numeración...Supongamos como mucho
mil pero...si la vendés la perdés. No entiendo por qué no hay que desvestirla.
-Eso es lo único que no me dejaba hacer mi
mamá. ¿Y si se la dejo para no tentarme de venderla?- preguntó aniñadamente
Annie - Mi mamá nunca tuvo nada... solamente esta muñequita...Pero necesito
venderla porque mi marido me dejó en la calle sin casa y me cambió la cerradura
porque cuando supo que yo era judía mi tío paterno me desheredó y Jorge se
había casado por la plata. Y yo estoy en la calle y se me perdió el gato
y...
Doña Molly la interrumpió con una propuesta:
- A ver esto: Yo te doy ciento cincuenta
dólares. Y te prometo que, sin tu permiso no desvisto a la muñeca, ni le saco la
peluca pero la guardo yo y de paso busco tranquila cuánto vale. Y con estos
ciento cincuenta dólares que te doy ahora te estoy comprando el diez por ciento
de la nena o sea que no la podés vender vos ni la puedo vender yo.
-Bueno...
-Preparame un contrato Arielito. Mejor te
compro con ciento cincuenta el quince ¿te parece?
Entró al local el chico del bar. Ariel pidió
churrasco y ensalada pero doña Molli –que así se llamaba la señora- pidió tarta
de limón y té con leche.
-¿Querés algo nena? Se te ve demacrada...¿Vos
tenés gente que te ayude?
-Vecinos... La dentista, la amiga de la dentista, el portero y unos vecinos. Estoy buscando a mi
gatito.
-Tomate un té
aunque sea y contame un poco más qué te pasó. ¿Tu mamá y tu abuela eran
modistas?
-No. La fábrica era de la familia. De la
familia de ellas... Pero cuando hubo problemas con los nazis, ya desde los
treinta pasados, ellos se la vieron venir y mi abuela se casó con un luterano
pobre y el negocio iba a quedar en manos de él pero en verdad iba a ser de
mamá. Mi abuela era Wolf pero mamá fue Wolff. ¡Lo que cambia una letra! Pero
en el treinta y seis la cosa estaba muy fea, a unos parientes les
dieron una paliza y un primo hermano dijo que las cosas iban de mal en
peor, que había que
desmontar y despachar todo. Mi abuela no quería saber nada, hacía casi
un siglo
que la familia fabricaba ropa para la gente más rica, mi abuela pensaba
que no
los iban a tocar...Que los clientes eran amigos .Su primo pesimista se
fue a
América pero no perdió el contacto hasta la anexión, y de a poco se fue
desarmando todo y despachando lo que se podía....
-O sea que eran gente pudiente. Esta muñeca
habrá sido un regalo importante para tu madre. Algún cumpleaños...
-Noo...- dijo Annie – se la dieron para que no
tocara las otras...No querían que tocara las del negocio. Dos a tres veces al
año mi bisabuelo recibía desde Francia muñecas con los últimos tapados y los
últimos sombreros, le dernier crí y así con el tiempo se juntaron como
cuarenta. La colección sagrada de mi
abuela (¿Qué le pasa?) – doña Molli se había atragantado -Esas son las que se
despacharon cuando se desmontó todo...
-¿Y a dónde se despacharon? - Preguntó
doña Molli con un hilo de voz.
-
No se sabe. O se perdieron...o se las
quedaron los vecinos, o están en Suiza en algún banco, con la plata de
la familia,
o las mandaron a América con el primo Martín o se rompieron...o estarán
enterradas...O están en el fondo del Danubio... No sé...Una vez entraron
al
negocio unos nazis y rompieron todo y a dos muñecas de las grandotas las
pelaron a tijera y rompieron y robaron cosas y nadie intervino.
Entonces mi abuela dijo: “Hasta
aquí llegamos.”
-Que historia tan trágica – dijo doña Molli
con los ojos anegados -¿Y nunca trataste de encontrar algo de lo que fue de la
familia?-
-¿Y para qué?- preguntó Annie.
Pasado el mediodía Annie volvió al consultorio donde encontró a Natalia
comiendo cazuela de bacalao.
-¿Y? ¿ alguna novedad?- preguntó mirando a la
gata blanca -¿Esa gatita está enferma?
-La sedé un poco porque estaba insoportable
...¿Y vos por dónde anduviste?
-Fui a vender la muñeca... Por suerte saqué
buena plata y no la vendí. La dejé ahí.
Ese animal está como borracho ¿Qué le diste?
-Esas cosas que los calman un poco...estaba
insoportable...Pero eso quiere decir que sigue en celo...
La
gata emitió un gemido triste, lastimero.
-Tiene que venir....Tiene que venir...Ay Jorge
qué mal te hice para que me dejaras así...
-¿Y él no se lo habrá llevado? – arriesgó
Natalia.
- ¿A Tomás? No lo podía ni ver.
-¿Y si lo metió en un auto y lo tiró por
ahí?-insistió Natalia
- Le daba cosa tocarlo...le daba como asquito.
-¿Y qué pasó con la muñeca?
-Ah...No sabés. Mirá: ciento...cincuenta...dólares.
Y encima la señora se hizo amiga. Va a tratar de ayudarme,somos socias, ahora la muñeca es
de las dos. Tengo que cargar el celular, espero varias llamadas...-
-Ah, si. A las tres te traen los volantes de tu gato. Ya están pagos. ¿Y a la señora le dijiste lo que te dijo Susi Krause?
-
Al principio no. Pero después llegué a la
esquina y me puse como loca. Y volví y le dije todo y más. Bueno, le
dije la
verdad. Pero...me deprimí con esas historias. La señora me escuchó y
andaba como dudando ... Pero fue buena y cuando me puse a gritar me tuvo
bastante
paciencia. Me dijo que fuera cuando quisiera pero me pidió tiempo para
averiguar el
valor real de la muñeca y también para pensar cómo ayudarme. Buena gente
resultó. ¿Te molestaría que pasara un poco la aspiradora? Hay pelos de
la
gatita ahí y ahí.. Y migas. Ay, me olvidé de sacarle a la muñeca una
cosa que tenía,
estoy un poco tonta
- Andá al piso once, yo quiero dormir un poco
la siestita. Este bacalao estaba rico pero pesado...¿Y vos no comés?
- No tengo mucho hambre pero un poco voy a comer.
Cuando volvió de limpiar Annie se tiró en el
sofá de la sala de espera y se quedó mirando el techo. No durmió en el resto
del día pero tampoco hizo nada. El sábado a la madrugada salió a deslizar por
debajo de las puertas los volantes alusivos al gato. Llegó como hacia los cinco
pero aún así dormitó apenas. A las ocho y media alguien llamó a la puerta: Era
Juan el portero. Traía un diario y desayuno: Leche chocolatada, medialunas,
jugo de soja con ananá y frutas. Lo invitaron a pasar y esto le generó una gran
emoción: Nunca había tenido amigas que lo invitaran a desayunar.
Al
mirar a Annie le dijo que le parecía verla más flaca, vio a la gatita blanca,
quiso jugar con ella y se puso al tanto de las novedades.
- El jueves le conté a mi mamá lo que te pasó.-dijo
Juan a Annie– Y ella dice que los hombres no pueden divorciarse solos. Que hay
que llevar testigos de que ustedes se peleaban y esas cosas, vecinos en la
mayoría de los casos. Que tenés que ir al juzgado y pedir el expediente del
juicio de divorcio. Y que tenés tus derechos, no te pueden sacar así de tu
casa. Que acá hay una mano negra, que hay un abogado muy malo que ayudó a tu
marido.
-Pero esas cosas cuestan plata, los abogados,
a más malos más caros... ¿Y por qué iba a hacer todo eso? Si se hubiera ido,
con ese poder que tiene de la tía igual me hubiera podido desalojar. – contestó
Annie
- A lo mejor se quería casar de nuevo con una
mujer más cheta...-dijo Juan.
-Otra víctima...-murmuró Natalia y le dijo al portero- Juan Annie ya anda bastante mal como para que encima le metas fichas. Pensá un
poco antes de hablar.
-Bueno yo la veía un poco más flaquita...pero
no pensé que estaba enferma... Abajo vi los volantes del gatito. Si tienen
algunos se los voy a dar a los otros porteros para que los pasen por debajo de las puertas de los
departamentos de los edificios. Mi mamá me preguntó para qué querés al gato si
vos misma no tenés adónde caerte muerta.
-¡Juaan! – gritó Natalia.
-Dejalo, tiene razón.- interrumpió Annie- Yo sólo quiero verlo,
saber si está vivo o si está muerto. Si está viviendo mejor que yo, que sea
feliz pero no que esté sufriendo por ahí. Juan, ahora que estás vos...¿no me
dejás ir al sótano? A lo mejor anda por abajo...
-Ya van a ser las nueve, ya tengo que entrar
al turno. Vení conmigo y te abro... Hay
que tener cuidado con la escalera.
Natalia le dijo a Juan que la vigilara porque andaba medio loquita.
Bajaron juntos y en el ascensor Juan continuó hablando.
-Dice mi mamá que yo tendría que haber
atendido a los del juzgado cuando te llevaban las cédulas del juicio de divorcio.
¿a vos nunca te citaron? Ella dice que te citan y que si no vas después de unas
cuantas citaciones el juicio se te hace “en rebeldía”. Yo no me acuerdo de
haber recibido citatorios para vos... Para los abogados del edificio hago
entrar gente todos los días, para tus vecinos hice entrar, pero para vos no.
- No entiendo ¿A mis vecinos les llevaste
citatorios? – pregunto Annie
El portero apenas se encogió de hombros. (Continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario