miércoles, 3 de abril de 2013

SI EL ARREPENTIMIENTO MATARA







        Después se la terrible crisis del año 2002 Annie  entró en su crisis individual por razones domésticas. El marido se divorció de ella de una manera muy sucia.

        Un anochecer de miércoles, antes de las pascuas volvía ella cansada a su casa pero al intentar abrir la puerta de su departamento no pudo hacerlo. La llave ni siquiera entraba en la cerradura.

        Fue a pedirle ayuda al portero pero éste  la esperaba con expresión sombría. El hombre le señaló dos valijas y un tercer bulto –la aspiradora- y  dijo muy compungido:

-Su marido se fue. Le dejó esas cosas y este sobre. Me pidió que le dijera que se iba a los Estados Unidos y que no lo buscara.

          Annie rasgó con rapidez el sobre grande que le alcanzaba Juan y halló una sentencia de divorcio por riñas y disputas. Era la primer noticia que tenía de esto, su marido había actuado muy silenciosamente y a sus espaldas.

-Esto no puede ser...-dijo- ¿Pero qué es esto? ¿Ahora los hombres se pueden divorciar solos? ¿Y yo no puedo entrar en mi propia casa?

          Comprendía cabalmente el pobre Juan el gran interés que había despertado en Jorge –marido de Annie – una historia contada o murmurada sólo entre los hombres del edificio hacía más de dos años, acerca de un vecino que inició un divorcio contra su mujer (que no estaba en la casa durante  casi todo el día porque trabajaba) y que cuando llegaban las citaciones del juzgado él mismo las recibía y las hacía desaparecer por lo cual su esposa nunca se enteró del pleito. Se había rumoreado que un día, este mítico personaje se levantó, hizo su equipaje, y en la puerta comentó con desdén “Estamos divorciados así que me voy. Chau” Y nunca más se supo de él.

         Ahora y con dificultad Juan hacía encajar las piezas. Con razón Jorge se había interesado tanto por el asunto. Pero no iba a ser él el que confesara que quien con misógino placer se había encargado de repartir y comentar una y otra vez la historia, había sido él mismo. Por eso, ante la pregunta de Annie mantuvo un discreto silencio.

-También me pidió otra cosa su marido – murmuró

-Dígame por favor...- le rogó Annie desolada

-Que si usted trata de entrar por la fuerza, yo llame a la policía. El departamento es de una tía de él, una señora mayor que vive en el Gran Buenos Aires. Y él ahora ya no lo va a usar, lo dejó todo en manos de un escribano que  va a cobrar los alquileres de los otros del piso y más adelante va a tratar de alquilar este.

-...Ya sabía lo de la tía... Una señora buenísima. Ay Dios ¿Y que hago ahora? ¿Dónde voy?. Tendría que hablar con la viejita...¿pero por qué me hizo esto?..La voy a ir a buscar. ¿Dónde era que estaba internada? Ay, yo no me acuerdo...

        Juan puso cara de misterio y bajando la voz preguntó en un susurro casi:

-Si yo le digo algo...¿Usted me asegura que nunca le va a decir a nadie que le conté?

-Por favor... Se lo prometo.

-Vaya a ver a la dentista del primero “H”. Ella fue novia de su marido y él la dejó para casarse con Usted. Estuvieron unos años de novios. Si hay alguien que puede saber algo, es esa señora.

- ¿Novia?- preguntó Annie incrédula - ¿Qué me está diciendo? Pero eso tendría que haber sido hace como ocho años...¿Y recién ahora me dice? No creo...

-Vaya a tocarle el timbre. Hoy la vi salir y volver a entrar. Presté especial atención porque me dio por pensar que a lo mejor se habían escapado juntos. Pero no... está ahí atendiendo, como siempre. Natalia Romano se llama.

- Pero ellos ...¿Se seguían viendo? Dígame por favor.

-No. Usted no sabe el lío que se armó...Dicen que ella trató de suicidarse. Y después, en la basura...aparecían fotos de él con los ojos pinchados...Y cuando se cruzaban, ella lo miraba con odio... Pero fueron unos cuantos años juntos.

-Qué barbaridad...¿Está seguro?

-Una vez estábamos en el ascensor. El tenía olor de haberse tomado unos whisquis y como que se le arrimó un poco a ella. Ella le dijo “Salí inmundo” y él le dijo meloso y acaramelado “Si vos sabés que fue por la plata” Entonces ella lo escupió.

-¿Y todo eso delante de usted?

- Ah, no sabe las cosas que la gente hace o dice delante de los porteros... Parece que fuéramos invisibles.





      Annie tocó el timbre de lo de Natalia que estaba atendiendo a un paciente. Le dijo simplemente: “Disculpe Doctora pero tengo un problema y tal vez Usted me pueda ayudar” Natalia le pidió que la esperara y allí estuvo Annie en la sala de espera como una hora hasta que la doctora se desocupó. Su cabeza trabajó mucho en ese lapso. Incluso para planear cómo encarar la situación.(Continuará)

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