Después se la terrible crisis del año 2002 Annie entró en su crisis individual por razones
domésticas. El marido se divorció de ella de una manera muy sucia.
Un anochecer de miércoles, antes de las pascuas volvía ella cansada a su
casa pero al intentar abrir la puerta de su departamento no pudo hacerlo. La
llave ni siquiera entraba en la cerradura.
Fue a pedirle ayuda al portero pero éste
la esperaba con expresión sombría. El hombre le señaló dos valijas y un
tercer bulto –la aspiradora- y dijo muy
compungido:
-Su marido se fue. Le dejó esas cosas y este
sobre. Me pidió que le dijera que se iba a los Estados Unidos y que no lo
buscara.
Annie rasgó con rapidez el sobre grande que le alcanzaba Juan y halló
una sentencia de divorcio por riñas y disputas. Era la primer noticia que tenía
de esto, su marido había actuado muy silenciosamente y a sus espaldas.
-Esto no puede ser...-dijo- ¿Pero qué es esto?
¿Ahora los hombres se pueden divorciar solos? ¿Y yo no puedo entrar en mi
propia casa?
Comprendía cabalmente el pobre Juan el gran interés que había despertado
en Jorge –marido de Annie – una historia contada o murmurada sólo entre los
hombres del edificio hacía más de dos años, acerca de un vecino que inició un
divorcio contra su mujer (que no estaba en la casa durante casi todo el día porque trabajaba) y que
cuando llegaban las citaciones del juzgado él mismo las recibía y las hacía
desaparecer por lo cual su esposa nunca se enteró del pleito. Se había
rumoreado que un día, este mítico personaje se levantó, hizo su equipaje, y en
la puerta comentó con desdén “Estamos divorciados así que me voy. Chau” Y nunca
más se supo de él.
Ahora y con dificultad Juan hacía encajar las piezas. Con razón Jorge se
había interesado tanto por el asunto. Pero no iba a ser él el que confesara que
quien con misógino placer se había encargado de repartir y comentar una y otra
vez la historia, había sido él mismo. Por eso, ante la pregunta de Annie mantuvo
un discreto silencio.
-También me pidió otra cosa su marido –
murmuró
-Dígame por favor...- le rogó Annie desolada
-Que si usted trata de entrar por la fuerza,
yo llame a la policía. El departamento es de una tía de él, una señora mayor
que vive en el Gran Buenos Aires. Y él ahora ya no lo va a usar, lo dejó todo
en manos de un escribano que va a cobrar
los alquileres de los otros del piso y más adelante va a tratar de alquilar
este.
-...Ya sabía lo de la tía... Una señora
buenísima. Ay Dios ¿Y que hago ahora? ¿Dónde voy?. Tendría que hablar con la
viejita...¿pero por qué me hizo esto?..La voy a ir a buscar. ¿Dónde era que
estaba internada? Ay, yo no me acuerdo...
Juan puso cara de misterio y bajando la voz preguntó en un susurro casi:
-Si yo le digo algo...¿Usted me asegura que
nunca le va a decir a nadie que le conté?
-Por favor... Se lo prometo.
-Vaya a ver a la dentista del primero “H”.
Ella fue novia de su marido y él la dejó para casarse con Usted. Estuvieron
unos años de novios. Si hay alguien que puede saber algo, es esa señora.
- ¿Novia?- preguntó Annie incrédula - ¿Qué me
está diciendo? Pero eso tendría que haber sido hace como ocho años...¿Y recién
ahora me dice? No creo...
-Vaya a tocarle el timbre. Hoy la vi salir y
volver a entrar. Presté especial atención porque me dio por pensar que a lo
mejor se habían escapado juntos. Pero no... está ahí atendiendo, como siempre.
Natalia Romano se llama.
- Pero ellos ...¿Se seguían viendo? Dígame por
favor.
-No. Usted no sabe el lío que se armó...Dicen
que ella trató de suicidarse. Y después, en la basura...aparecían fotos de él
con los ojos pinchados...Y cuando se cruzaban, ella lo miraba con odio... Pero
fueron unos cuantos años juntos.
-Qué barbaridad...¿Está seguro?
-Una vez estábamos en el ascensor. El tenía
olor de haberse tomado unos whisquis y como que se le arrimó un poco a ella.
Ella le dijo “Salí inmundo” y él le dijo meloso y acaramelado “Si vos sabés que
fue por la plata” Entonces ella lo escupió.
-¿Y todo eso delante de usted?
- Ah, no sabe las cosas que la gente hace o
dice delante de los porteros... Parece que fuéramos invisibles.
Annie tocó el timbre de lo de Natalia que estaba atendiendo a un
paciente. Le dijo simplemente: “Disculpe Doctora pero tengo un problema y tal
vez Usted me pueda ayudar” Natalia le pidió que la esperara y allí estuvo Annie
en la sala de espera como una hora hasta que la doctora se desocupó. Su cabeza
trabajó mucho en ese lapso. Incluso para planear cómo encarar la situación.(Continuará)
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